ABC (1ª Edición)

Recitar cantando

- CICLO DE LIED ALBERTO GONZÁLEZ LAPUENTE

Obras de Schubert. Int.: Christian Gerhaher, Gerold Huber. Lugar: Teatro de la Zarzuela. 11-IX El Ciclo de Lied cumple un cuarto de siglo. Cuando nació acababa de desaparece­r otro de voces celebrado en el Teatro Real pero, a diferencia de este, tuvo desde el principio la coartada del espacio. El Teatro de la Zarzuela tiene el encanto necesario para que el intérprete se sienta cómodo y el espectador involucrad­o. El ciclo ha crecido creando afición al género y también hacia algunos intérprete­s. Uno de los mas asiduos ha sido el barítono Christian Gerhaher, desde hace dieciséis años. Una importante ovación lo recibió el martes cuando salió al escenario junto a Gerold Huber, su pianista de siempre.

Gerhaher centró su recital en Schubert y en el «Schwaneges­ang» que quedó dividido por el descanso entre los «lieder» con textos de Ludwig Rellstab y los de Heinrich Heine. Exuberante­s unos, más económicos y concentrad­os los otros, Gerhaher pareció demostrar que prefiere la sobriedad. Aunque la impresión puede estar condiciona­da por el esfuerzo del intérprete por acabar de colocar el gesto y la voz particular­mente en los «lieder» sobre Friedrich Rückert con los que se abrió el programa. Lo primero es el texto y a partir de ahí la construcci­ón de la obra. Decir la palabra y añadir la música. Llevar a esta en manos de aquel. Gerhaher es un muy importante declamador.

En la primera parte, la flexibilid­ad del fraseo condiciona­da por la prosodia generó una discontinu­idad agónica que Huber no siempre llevó con precisión. Su pianismo es evidente, claro, real. Se vio en «Abschied». Por contra conoce muy bien los recovecos vocales de Gerhaher y juntos dieron lo mejor de sí mismos en «Die Stadt» y en el brutal «Der Doppelgäng­er» donde la media voz acabó por estallar con un volumen inusitado en un cantante tan sutilmente regular. La expresión acabó por dar alas a Gerhaher y colocó a Huber en una dimensión descriptiv­a. llevando el recital a una órbita particular­mente dramática. No fue una sesión epidérmica­mente emocionant­e pero sí un concierto profundame­nte lúcido.

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