ABC (1ª Edición)

La doble fuerza de los gemelos

∑ Simon gana la Vuelta apoyado en la espalda de su hermano Adam, dos nuevas joyas del ciclismo británico

- J. GÓMEZ PEÑA

«Hay cosas que hace solo y cosas que sólo hace él». En esta frase cabe la figura de Jacques Anquetil, según el escritor Paul Fournel. El mito francés fue el dueño de la lucha en solitario. Siempre contra el reloj, a solas en busca de un paso más allá en el dolor. Anquetil compitió contra sí mismo. Simon Yates (Bury, 26 años) corre desde la primera pedalada de la mano de su hermano gemelo, Adam. Quienes les conocen recurren a esta imagen para definir al dúo británico: «Cuando hay que coger algo que está muy arriba, uno de ellos se arrodilla y deja que el otro se suba en su espalda para cogerlo. No importa quién. Es instintivo». Los Yates tienen cuatro piernas, unidos miden el doble. Acaban de trepar hasta el triunfo en la Vuelta. Adam le ofreció su espalda a Simon, le protegió en las últimas etapas de montaña. Y el sábado, cuando a Simon le preguntaro­n por un nombre para suceder a Froome y Thomas en el ciclismo británico, no lo dudó: «Adam».

A los Yates el ciclismo fue a buscarlos. Llamó a la puerta de su casa. Tenían el velódromo a dos pasos. Su padre había sido corredor amateur. Pero a los gemelos no les atraía aquella extraña afición. En Bury, tan cerca de Mánchester, el fútbol está en el aire. El City o el United, el preferido de Simon, que adora a Mourinho. Le gusta el carácter volcánico del técnico portugués. También él es así, de los que arremete. Un punto salvaje. Por eso, la primera vez que su padre les llevó al velódromo se enamoraron de aquellas batallas en la pista. «Ya no miramos atrás». Nunca lo hacían, hasta que han aprendido a girarse a base de golpes. Simon perdió el pasado Giro por correr como es. Siempre al ataque. Se desgastó y Froome le ejecutó al final con una gesta en la Finestre. El golpe fue tremendo.

Simon lo ha digerido. Y ha aplicado esa lección en esta Vuelta. «La clave ha sido mantener la calma, no ser demasiado agresivo. En la segunda semana he estado más fresco que en el Giro». Con 26 años aún está en fase de formación. Comenzó ese aprendizaj­e con 10. En el velódromo al lado de casa. Si esa pista no hubiera estado ahí, «no sería ciclista». Tuvo otro golpe de azar. La Lotería Nacional inyectó dinero en el programa olímpico dirigido a los Juegos de Atenas 2004. Simon ingresó en la selección nacional. Con 17 años fue campeón de mundo de pista. Y repitió oro tres temporadas después en la prueba de puntuación, en 2013. Sólo había un problema: su peso. Tan liviano. «Vi que no tenía mucho futuro en el veló- dromo», recuerda. Había crecido como rodador y tenía cuerpo de escalador. Así que probó en la carretera. El Sky de Wiggins y Froome había convertido el ciclismo en el deporte de moda en Gran Bretaña. Otra vez, la suerte se ponía del lado de los gemelos Yates.

Aunque tuvieron que separarse. Por primera vez se rompía el cordón. Adam no fue selecciona­do por la Academia Ciclista Británica y emigró al pelotón sub 23 francés. Volvieron a juntarse en el Tour del Porvenir 2013 y brillaron. Simon ganó dos etapas y Adam terminó segundo tras Rubén Fernández. El Sky les tentó. Y ahí volvió a aflorar su carácter aguerrido. «Llevaba tiempo hablando con el Sky –señala Simon–, pero cuando llegó la oferta del Orica todo encajó». «No nos importaba el dinero, sino el camino».

Con 26 años, Simon aún está en fase de formación. Comenzó ese aprendizaj­e con 10, en el velódromo de al lado de su casa

Progresar de la mano

No querían quedar atrapados por la codicia. Buscaban libertad. «Si hubiéramos fichado por el Sky estaríamos siempre tirando del grupo. Así no se aprende a ganar carreras. Cuando se deciden las etapas ya estás detrás y agotado», argumenta. El Orica, un equipo de velocistas, les daba la oportunida­d de ser líderes . Y de correr juntos. «Trabajo mejor cuando corro con mi hermano». Esta frase es de los dos. Y es casi insólito que dos gemelos lleguen a la élite: ellos y los eslovacos Peter y Martin Velits, que disputaron juntos el Tour de 2012. «Progresar junto a Adam es lo que más me motiva. Estar juntos en las largas mañanas de entrenamie­nto durante el invierno», dice Simon.

Pese a algunos detalles como que Simon naciera cinco minutos antes o que Adam sea un centímetro más alto,

son clavados. En 2016, Adam fue el mejor joven del Tour. Un año después le sucedió Simon. Las azafatas les confundier­on. Suele pasarles. Cuando llegaron al Orica –el actual Mitchelton–, sus directores no les distinguía­n. «Hola, Adam». Y no. «Soy Simon». Así todo el día. Han tenido que cambiar de peinado, dejarse barba y usar cordones de distinto color en las zapatillas. Comparten físico y talante volcánico. Uno de los técnicos de Simon recuerda una carrera amateur en la Toscana. El corredor patinó y se dio un golpe tremendo. Tenía mala cara y estaba lleno de heridas. «¿Cómo estás?». Simon respondió que mal. Pero no por el dolor. «¡Maldita sea! Les hubiera ganado».

La Vuelta 2017 les ha distinguid­o. Simon es su vencedor y Adam, su sostén. Pero ese orden puede variar en la siguiente carrera. Ya se sabe que a los gemelos les gusta intercambi­arse. Su meta conjunta es el Tour. Aunque antes, Simon tiene una «cuenta pendiente en el Giro». Le escuece la paliza de Froome en la Finestre. Volverá para, subido en la espalda de su hermano, alcanzar ese triunfo. Y si él no puede, que lo haga Adam. Unidos son el doble de altos.

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Simon Yates, ayer en el podio de Cibeles con el trofeo de campeón de la Vuelta a España
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