ABC (1ª Edición)

Hamilton apunta a otro título

∑ Gana en Singapur y, en otra lección, se escapa de Vettel. Fernando Alonso, séptimo

- JOSÉ CARLOS CARABIAS

Singapur es uno de los legados que dejó Bernie Ecclestone para la posteridad, obra maestra del genial magnate octogenari­o, un reducto de lo exclusivo, delicatess­en que enamoró a todo el mundo en la caravana de este deporte (pilotos, directivos, medios de comunicaci­ón). Carrera nocturna, proyectada sobre el corazón de una ciudad impoluta, millones de leds apuntando a la pista de asfalto que se disputa en un país entusiasta y que poco o nada se parece a las otras citas del calendario. En esa ratonera luminosa, que se abre paso en la oscuridad como una lengua fluorescen­te, imposibles los adelantami­entos por el trazado sinuoso y estrecho, tortura para la mecánica, venció el de siempre. Lewis Hamilton, el piloto que está marcando una época.

El británico venció en Singapur y se escapa en el Mundial ante su enemigo, Sebastian Vettel (40 puntos de ventaja). Camino de su quinto título, el inglés lo hizo perfecto, jerarca que domina todas las suertes de la Fórmula 1. «Buen trabajo chicos, qué gran fin de semana... Sigan presionand­o, sigan presionand­o, que tenemos esto», soltó Hamilton por la radio a su equipo poco después de cruzar la meta en la vuelta 61. Ya acaricia con una mano su quinto título mundial, como Juan Manuel Fangio, a quien igualará si el campeonato no se tuerce en las seis carreras que faltan.

En las peligrosas calles de Singapur solo existe una certeza. Siempre ha- brá un coche de seguridad en algún momento de la prueba más extensa del curso, que ronda habitualme­nte las dos horas. Hubo «safety car», como estaba mandado, porque muy pronto se vio que no iba a ser el día del mexicano Checo Pérez. A primera hora de la noche, curva dos del trazado, molestó a su compañero de Force India, Esteban Ocon, y lo empujó contra el muro. Más tarde hizo lo propio con el ruso Sirotkin, aunque el incidente no dio para que asomase el conductor postizo que ralentiza la carrera.

La salida no generó el habitual maremoto de Singapur. Allí donde el año pasado chocaron los dos Ferrari y dimitieron en su pelea por el título, donde siempre pasa algo, no sucedió nada esta vez. Vettel adelantó a Verstappen y poco más por lo que se refiere a la cabeza.

La carrera tuvo poca sustancia, más allá del coche de seguridad inicial y de los cambios de ruedas que alimentaro­n alguna emoción, sobre todo por parte de Verstappen, siempre ambicioso. El holandés rebasó a Vettel en la parada y casi consigue lo mismo con Hamilton en una especie de match ball que tuvo mediada la carrera gracias a los doblados.

Ferrari volvió a flagelarse con la estrategia. En su ambición por ganar, Vettel pasó demasiado pronto por el garaje y acabó amonestado: no se acercó a Hamilton y lo rebasó Verstappen.

Alonso, vuelta rápida

Fernando Alonso consiguió en un momento la vuelta rápida en carrera, añoranza del pasado, nostalgia pura y dura de un talento que se está marchando la F1 con cierto tono anodino. Fue un ejemplo más de la profesiona­lidad del español y su autoexigen­cia en toda circunstan­cia y condición, pese a que no está en situación de pelear por nada. Fue el mejor del resto del mundo, séptimo, por detrás del trío gobernante, Mercedes, Ferrari y Red Bull. «Ha sido una carrera mágica para nosotros», resumió el asturiano con mensaje grandilocu­ente.

A su vera, siempre cerca, Carlos Sainz, octavo y competente con el Renault en una prueba notable por su parte.

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REUTERS Lewis Hamilton, vencedor en el Gran Premio de Singapur

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