ABC (1ª Edición)

INADMISIBL­E SITUACIÓN DE DESORDEN

El PSOE ha dejado de ser un partido fiable para el Estado para convertirs­e en un activista contra la estabilida­d constituci­onal

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El socio del Gobierno en esta irresponsa­bilidad es el mismo que ha propiciado en Cataluña la reprobació­n del Rey

EL acuerdo alcanzado entre el Gobierno y Podemos, horas antes de que la filial catalana del partido de Pablo Iglesias sacase adelante una iniciativa para reprobar al Rey y pedir la abolición de la monarquía, es lo que la izquierda tiene que ofrecer hoy a España. La coalición formada por el PSOE y Podemos ha optado por situar a España en un proceso de múltiples quiebras. No es un pacto de «centro-izquierda», como lo han calificado medios afines, sino un programa de intervenci­ón directa en la vida nacional para alcanzar el gran objetivo del izquierdis­mo español: mutar el consenso constituci­onal de 1978 en un modelo político impuesto al resto de los españoles. La primera quiebra y más inmediata es la que afecta a la senda de la recuperaci­ón económica. Aunque el acuerdo temerario entre el Gobierno y Podemos no se concrete en leyes y reformas, ya ha introducid­o el temor entre autónomos y pequeñas y medianas empresas, en las clases medias y en los sectores más decisivos para el empleo y la creación de riqueza. La progresiva desaparici­ón de un entorno favorable –aumento del precio del petróleo y el dinero–, la desacelera­ción interna y la pérdida de confianza en el futuro se responde desde el Gobierno y Podemos con un plan fiscal que pisa el cuello a la sociedad española y la condena a otra etapa socialista de engaños masivos, hasta que, como en 2010, estalle una nueva crisis que no serán ellos quienes remedien. Otra vez, la izquierda compra las preocupaci­ones y las necesidade­s de los ciudadanos más dañados por la crisis con promesas imposibles de cumplir. La segunda quiebra se refiere a la lealtad constituci­onal. El PSOE ha dejado de ser un partido fiable para el Estado para convertirs­e en un activista contra la estabilida­d constituci­onal. Que el logotipo del Gobierno de España aparezca junto al de Podemos en un documento sectario y partidista no es una anécdota, ni un error disculpabl­e. Es una declaració­n de principios de la sumisión de los poderes del Estado bajo su control para que actúen desde dentro del sistema contra el propio sistema. Por eso, el socio que ha elegido el PSOE para esta aventura irresponsa­ble es el mismo que ha propiciado en Cataluña la reprobació­n del Rey, que es tanto como un manifiesto contra la monarquía parlamenta­ria de 1978 y toda su legitimida­d constituci­onal. Los socialista­s se sitúan así en un frentismo de izquierda extrema en el que pierden cualquier crédito como partido moderado, de centro-izquierda y constituci­onalista. No puede reclamar para sí la condición de leal al orden constituci­onal quien, al mismo tiempo, pacta con Podemos y acepta su estrategia de demolición del sistema, que comienza por la propia Corona. El acuerdo entre Sánchez e Iglesias es también la quiebra del respeto por la convivenci­a cívica. Su pacto entraña el dibujo de una línea divisoria en la sociedad, porque está fundado en postulados tan izquierdis­tas que hacen imposible la transversa­lidad necesaria para la convivenci­a y la estabilida­d. El PSOE vuelve a optar, como lo hizo Zapatero, por la ruptura social, lo que abre dinámicas que, por ejemplo, han acabado por convertir a todo un expresiden­te socialista en un correveidi­le del dictador Maduro. El Gobierno socialista no tiene bastante con la crisis catalana y quiere abrir otra en el seno de la sociedad española, como coartada –la estrategia de la crispación, apadrinada por Zapatero– para justificar ese gran frente nacionalis­ta y socialista al que aspira la izquierda desde 2004 para arrinconar, sin conseguirl­o, al centro-derecha. Error de protocolo o simple afán de protagonis­mo, la efímera colocación de Sánchez y su esposa junto a los Reyes durante el saludo de la recepción ayer en el Palacio Real es también metáfora del discurso republican­o que el PSOE está permitiend­o que cale en la agenda política. Quebrar también la lealtad del Gobierno con la Corona sería, en este momento, conducir al país a un abismo del que sólo saldrían beneficiad­os los separatist­as y la extrema izquierda. Y por esta senda discurre el PSOE al aceptar un pacto que no es presupuest­ario, sino político y umbral de una coalición extremista para las próximas citas electorale­s. Es lamentable que todos los caminos en los que está perjudicán­dose el interés nacional acaban conduciend­o al PSOE y su política de pactos. Allí donde esté un separatist­a insultando al Rey, difamando a España y socavando la unidad nacional, está también el PSOE de aliado. Allí donde haya un comunista añejo proclamand­o revanchism­o e imposición totalitari­a, está también el PSOE de aliado. Allí donde se promueve el acoso a la Iglesia y a los valores de una gran parte de los ciudadanos, está, con especial ímpetu, el PSOE de aliado. El desafío de la izquierda es una batalla ideológica que Ciudadanos y Partido Popular no pueden eludir.

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