ABC (1ª Edición)

Padre Apeles «Nunca dije que fuera amigo de la familia Caballé»

El polémico sacerdote explica su presencia en el funeral de la soprano catalana, fallecida hace una semana

- ANGIE CALERO MADRID

Al padre José Apeles de Santolaria la muerte de Montserrat Caballé, el pasado fin de semana, le pilló «de casualidad» en Barcelona. No lo dudó y se acercó al velatorio para despedirse de la soprano y, al día siguiente, asistió al funeral en el tanatorio de Les Corts, donde llegó a participar en la eucaristía junto al padre Ángel. Surgió la duda entonces sobre si el padre Apeles podía concelebra­r la ceremonia, dado que en 1997 la Archidióce­sis de Madrid emitió una sanción canónica en la que se le prohibía celebrar misas en la capital. «Esa sanción es la única que me han puesto en mi vida. En ella solo se me prohíbe ejercer el ministerio sacerdotal en Madrid, pero en el resto del mundo no hay ningún problema», explica el padre Apeles a ABC. Respecto a Montserrat Caballé, afirma que él y la soprano no eran amigos –«como tampoco lo eran muchos políticos que fueron al funeral»–, pero que sí que había coincidido varias veces con ella y era un gran admirador de la «mejor cantante del siglo XX».

«Como presbítero ocupé un lugar en el presbiteri­o después de haber pasado por la sacristía para revestirme. El padre Ángel fue quien –por voluntad de la familia– presidió la ceremonia», comenta el sacerdote. Y apunta: «Yo en ningún momento dije que fuera amigo de la familia de Caballé. A mí me pidieron que asistiera al padre Ángel en la aspersión y que diese la Comunión, al igual que los otros tres sacerdotes presentes».

En los platós televisivo­s

Tras ser ordenado por el cardenal Pietro Palazzini en 1993 en Roma, el padre Apeles prefirió los platós de televisión antes que entregarse a la vida de una parroquia. Fue a mediados de los 90 cuando comenzó a colaborar en el programa «Moros y cristianos», después aterrizó en «La noria», «La vía láctea» y «Crónicas marcianas». Llegó a presentar el telecupón con Carmen Sevilla y a tener su propio programa, «Cita con Apeles», que presentaba junto a Rocío Carrasco. En los documentos audiovisua­les que se pueden rastrear por internet, aparece el padre Apeles peleando con Aramis Fuster o dando de comer a Ivonne Reyes, en lo que quedó como una estampa más erótica que religiosa. «Me arrepiento de algunas co- sas, de otras no tanto. ¿Pero quién en la juventud no ha cometido faltas? Yo tenía 27 años, y uno en la juventud es más atrevido y menos prudente. Con la experienci­a vas aprendiend­o a ser discreto». Lo que más daño le hizo en aquella época fue que le atribuyera­n una relación con Yola Berrocal: «Eso fue como cuando te pasa un tren por encima, que no te hace ninguna ilusión. Me defendí, puse pleitos y los gané. Pero la sentencia vino dos años y medio después y ya a nadie le interesó publicar que aquellas fotos eran un montaje y que yo no había tenido nada con esa señora».

La vocación mediática del padre Apeles «siempre fue –afirma– con la intención de que la religión tuviera presencia en la televisión», como en países como Francia e Italia, donde «los curas están en todas partes y aparecen en debates y tertulias». La sanción de la Archidióce­sis de Madrid se la pusieron «porque aparecía mucho en la televisión y eso no les gustaba». Las «presiones de ciertos sectores» provocaron que se convirtier­a en un juguete roto: «A mí lo que me gustaba era participar en debates y tertulias políticas y, al final, me dejaron reducido a los programas de cotilleos y del corazón y yo mismo me fui aburriendo y poco a poco, la estrella se apagó».

Alejado de los focos

Hace cuatro años decidió que «necesitaba un cambio»: «En España no se me apreciaba, yo había estudiado mucho [tiene las licenciatu­ras de Filosofía, Teología, Derecho, Derecho Canónico, Geografía e Historia, Humanidade­s, Criminolog­ía e Investigac­ión Privada] y no me ofrecían nada que me gustara». Así que se mudó a Bolonia, diócesis a la que ahora pertenece y donde trabaja como director de un archivo histórico. «En la Iglesia me recriminan esa época continuame­nte. Muchas veces se habla de perdón pero, qué va, la gente se acuerda de todo y lo repite y te miran mal. En la Iglesia estoy muy marginado». Aún así, no volvería a la televisión. «Quiero vivir tranquilo y poder ir a ceremonias de todo tipo sin que me señalen».

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