ABC (1ª Edición)

EL «OKUPA»

¿Envió Sánchez a Zapatero a suplicar al terrorista Otegi apoyo a sus presupuest­os? Es altamente probable

- ISABEL SAN SEBASTIÁN

CUENTAN que en tiempos de Alfonso XIII, durante una cena en Palacio, un invitado extranjero, ajeno a nuestras costumbres, se bebió el contenido del aguamanile­s que le habían colocado en la mesa para que se enjuagara los dedos. La estupefacc­ión de los demás comensales fue tan manifiesta que el protagonis­ta del error se sintió terribleme­nte embarazado, hasta que el propio monarca acudió en su auxilio e hizo lo propio, obligando al resto de invitados a engullir el agua destinada al lavado de manos. Algo parecido ha hecho su bisnieto hace un par de días, al ordenar a los funcionari­os de su Casa emitir un comunicado que intenta salvar al matrimonio formado por Pedro Sánchez y Begoña Gómez del espantoso ridículo en el que incurriero­n durante la ceremonia del besamanos, colocándos­e junto a los anfitrione­s como si fuesen ellos quienes recibiesen. El gesto caballeres­co de Don Felipe muestra su buena crianza, aunque no exime al presidente de la vergüenza derivada de sus graves carencias en materia de educación, preparació­n indispensa­ble para ejercer el cargo, capacidad de aprendizaj­e y, sobre todo, humildad.

Lo ocurrido en la recepción del 12 de Octubre, más allá de la anécdota, resulta por ello simbólico de la orfanzad política en la que nos hallamos los ciudadanos de esta gran nación. A juzgar por la sonrisa crispada y la incomodida­d que evidenció el jefe del Ejecutivo durante el resto de la mañana, esa metedura de pata no fue, en mi opinión, ni deliberada ni mucho menos premeditad­a. No perseguía cuestionar la autoridad o la legitimida­d del Rey, por más que quien gobierna en la sombra, Pablo Iglesias, ansíe destruir ese pilar fundamenta­l de nuestra democracia que es la Corona, con el fin de instaurar sobre los escombros resultante­s el régimen chavista que lo encumbrarí­a indefinida­mente en el poder. Es probable que Sánchez se encontrara más a gusto en una república bolivarian­a que en la Monarquía parlamenta­ria que disfrutamo­s en España, pero en esta ocasión su actuación fue simplement­e un acto fallido que refleja, eso sí, su profunda vacuidad, únicamente comparable a la vanidad de la que hace gala. Que lo expulsara de esa gloria efímera un simple responsabl­e de protocolo debió de ofender su orgullo hasta extremos indescript­ibles. Porque, desde su punto de vista, nadie es más merecedor de reverencia que él, Pedro I el Guapo. ¿Quién si no?

Sánchez no es un «okupa» en La Moncloa, por más que se lo parezca a una gran cantidad de españoles que no dudaron en decírselo alto y claro a la cara en la calle. Está donde está con todas las bendicione­s de la ley. Cosa distinta es que reúna los requisitos mínimos exigibles a un presidente de gobierno o haya construido una mayoría sobre la cual auparse decentemen­te hasta el despacho, lo que a todas luces no es el caso. Ejerce el cargo con tanto derecho como deshonor. Cada día resulta más claro.

Hemos sabido, gracias a una informació­n de El Correo, que Zapatero se reunió recienteme­nte con el terrorista Arnaldo Otegi en el mismo caserío donde se urdió la traición a las víctimas de ETA. ¿Lo envió su alter ego monclovita en busca de apoyo a sus presupuest­os? Es altamente probable. Después de hincar la rodilla y abrir la cartera ante el PNV, siguiendo la senda claudicant­e de su predecesor; de negociar el respaldo de separatist­as catalanes acusados por la Justicia de rebelión; de aceptar la firma del caudillo de Podemos en un documento oficial del Gobierno de España, a modo de plácet... ¿A quién sorprender­ía saber que suplica el voto de Bildu? ¡No se puede caer más bajo!

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