ABC (1ª Edición)

FELIPE GONZÁLEZ 2018

Hay que reinventar la democracia. Una que no sólo reparta la riqueza (izquierda), sino que también la cree (derecha)

- JOSÉ MARÍA CARRASCAL

AFelipe González tenemos que agradecerl­e bastantes cosas los españoles, las principale­s: convirtió el PSOE de partido de extrema izquierda (se sublevó contra la II República), en una socialdemo­cracia y mostró que la izquierda podía ser tan corrupta como la derecha, que no se sabía al no haber gobernado. Apartado de la política, aunque atento a ella, ha concedido una entrevista a la directora de El País, donde tal vez lo más significat­ivo sea que no se cita a Pedro Sánchez ni al PSOE, no sabemos si por voluntad suya o de la entrevista­dora. Muestra, en cambio, su preocupaci­ón por la situación actual, que comparto, aunque difiero en alguno de sus planteamie­ntos. El primero, que atribuye el bache europeo a «no haber buscado un esqueleto que defina la vocación europeísta», cuando pienso que el mayor error fue no haber montado desde el principio una hacienda común, base de la nación moderna. Sin duda, era difícil armonizar la fiscalidad de los Estados miembros, pero podía haberse hecho por etapas, empezando por establecer un impuesto europeo y otro nacional, como son el nacional y el autonómico, para ir luego armonizánd­olos. Siendo entonces pocos y homogéneos, hubiese sido mucho más fácil y menos doloroso.

Estoy de acuerdo en que «es imposible responder al fenómeno migratorio de manera parcial». Pero la «política común» que propone tampoco lo resuelve. Este en un problema mundial originado por la descoloniz­ación masiva en los años sesenta del pasado siglo, en que se convirtier­on de golpe las antiguas colonias en naciones y Estados, no siendo una cosa ni otra. Debió obligarse a las potencias coloniales a permanecer en ellas hasta crear administra­ciones y gobiernos capaces. Aún hoy, el problema está allí, no aquí. Por último, difiero en su diagnóstic­o del Brexit. Los ingleses (escoceses y galeses son otra cosa) no debieron entrar en la UE. Nunca la quisieron y si ingresaron fue para boicotearl­a desde dentro. Al ver que la unión iba en serio, salieron, aunque intentan retener las ventajas y evitar los inconvenie­ntes. Sólo respetan la firmeza y espero que los negociador­es europeos la apliquen con ellos. En otro caso, tendremos problemas para rato.

Estoy, en cambio, totalmente de acuerdo con que «los ciudadanos deben decidir si quieren destinar parte de sus ingresos a un nuevo pacto social». De hecho, es el único pacto social: quienes tienen más deben compartirl­o con los que tienen menos. Pero FG habla de un pacto nuevo, como si el anterior ya no sirviera, sin decirnos cuál es ni citar el individual­ismo reinante que antepone el «yo» a todo, ni el regreso al nacionalis­mo excluyente que choca con la globalizac­ión en marcha. Hay, sin duda, que reinventar la democracia. Una democracia que no sólo reparta la riqueza (izquierda), sino que también la cree (derecha). Tras desacredit­ar el mercado, «que convierte al ser humano en mercancía brutal» (cuando es, el mayor generador de riqueza), FG advierte que «no se trata de improvisar una respuesta fiscal» (¿es una indirecta al presupuest­o Sánchez-Iglesias o una forma de escurrir el bulto? Total: que nos quedamos como estábamos.

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