DE AMORAL A INMORAL
El asesinato de Khashoggi demuestra la creciente barra libre que disfruta la mentira a escala global
En estos días hemos visto cómo la política exterior de Estados Unidos ha pasado de amoral a inmoral con un presidente Trump que ha optado por ignorar las brutales evidencias sobre la tortura y desmembramiento del periodista Jamal Khashoggi en el consulado de Arabia Saudí en Estambul. Aunque, en su delirante contexto, no debería sorprender a nadie la predisposición del trilero que ocupa el despacho oval llegado el momento de tener que elegir entre intereses y valores.
Con todo, lo más deprimente en la patética respuesta de Washington para encubrir al príncipe heredero Mohamed bin Salman quizá sea la creciente barra libre que la mentira disfruta a escala global. Al hablar de un interrogatorio malogrado o de asesinos que actuaron por libre o incluso de la presunción de inocencia, en esta coproducción de horror y multimillonarios intereses cuesta diferenciar entre los polígrafos de un impresentable sátrapa con piel de reformista y un presidente del nacionalpopulismo.
En mayo de 2017, el primer viaje internacional de Trump como presidente de Estados Unidos tuvo como destino Arabia Saudí. Y ya entonces se pudo ver su inquietante comodidad y sintonía con regímenes donde la democracia, los derechos humanos, la dignidad de la persona y el respeto a la integridad territorial del vecindario son considerados cositas de nenazas o intolerables formas de agresión occidentales.
En aquel viaje, con más dosis de oportunismo que de realismo, Trump firmó un acuerdo para vender armas por valor de 110.000 millones de dólares. Y además de bailar la danza del sable, estableció línea directa con el todopoderoso príncipe Salman colocando como enlace a su yernísimo Jared Kushner. Como ninguna buena acción queda sin castigo, Trump protagonizó con el heredero de la Casa de Saúd una de las escenas más humillantes registradas en el despacho oval al presumir con cartelones y todo, de esas inversiones militares.
Cada vez más en la desquiciada escena internacional triunfan los hombres tan fuertes como embusteros. A todos parece sobrarles impunidad.