ABC (1ª Edición)

«Los estudios ya no financian el cine, ahora es Netflix quien pone el dinero»

Martin Scorsese, que mañana recibirá el Princesa de Asturias de las Artes, reflexionó ayer en Oviedo sobre su pasado y el futuro del séptimo arte

- INÉS MARTÍN RODRIGO OVIEDO

Cuando Martin Scorsese (Queens, Nueva York, 1942) era un crío de apenas ocho años, que vagaba por las calles de un Nueva York en permanente construcci­ón, como su identidad, encontró «refugio» en la catedral de San Patricio. Dio con ella por casualidad, en una excursión de la escuela, que estaba a pocas manzanas, y desde entonces se convirtió en ese «lugar seguro» al que volver cada día, sin miedo. No era, sólo, una cuestión de religión. Era mucho más. La fe del que busca un mundo mejor, sin saber que él mismo llegaría a construirl­o. Más de medio siglo después de aquello, el cine de Scorsese se ha convertido en ese templo al que, quienes amamos el séptimo arte, regresamos, como él cuando era un niño, cada vez que nos sentimos perdidos, en mitad de la algarabía. Su obra es el refugio del celuloide como manera de entender la vida. Y por eso ayer emocionaba ver al premio Princesa de Asturias de las Artes en Oviedo, defendiend­o con ahínco el futuro de su oficio, pero sobre todo el presente.

«Hay que proteger el respeto por el cine como arte para que pueda ser apreciado por el público que asiste a las salas. El cine del que yo vengo, que intento preservar, restaurar, respetar, necesita ser visto por un público y eso no significa, necesariam­ente, que esas películas no se puedan ver en casa, con grandes pantallas. Yo creo que hago ambas cosas». De hecho, su próximo proyecto, «The Irishman», en el que ha contado con Robert de Niro, Joe Pesci y Al Pacino, entre otros, se estrenará el próximo año gracias a Netflix.

Talento

«No encontraba financiaci­ón para la película y ellos me apoyaron. Es un problema que hay que resolver, porque los estudios ya no apoyan este tipo de películas, ya no tienen dinero para eso». Sin menospreci­ar ese otro tipo de cine, de disfrute, en el que la animación y los superhéroe­s parecen coparlo todo, Scorsese se refiere a cintas como la suya, claro, pero también «Moonlight», «Dunkerque», la reciente «Frst man» o la esperadísi­ma «Roma», de Alfonso Cuarón. «¿De dónde va a salir el dinero para sustentar estas películas? ¿Becas, fundacione­s? No es suficiente. ¿Cómo vais a nutrir vuestro talento? Quienes ponen el dinero ahora son Amazon, Netflix...».

Así las cosas, y teniendo en cuenta que «dicen que las series de televisión son el nuevo cine, pero yo no lo veo así, tienen que ver más con las novelas», Scorsese es consciente de que «estamos viviendo una revolución extraordin­aria». «No sabemos hacia dónde se dirige el cine, en qué se va a convertir la imagen en movimiento. Ya han pasado cien años de historia del cine y, a lo mejor, eso era el cine y ahora entramos en una nueva fase».

Lo que está claro es que él ya es historia de ese cine. Y en eso ha tenido mucho que ver Robert de Niro. «Le debo mucho. Es como si tuviéramos telepatía, nos comprendem­os sin necesidad de articular palabra. Es una gran inspiració­n para mí. Y hay confianza en todos los niveles del trabajo creativo». De Niro es, además, la persona que mejor conoce a Scorsese, quizás el único que ha llegado a saber qué piensa y, lo más importante, qué siente. «Nos conocemos desde que teníamos 16 años. Sabe cómo crecí, cómo viví, la comunidad, la subcultura en la que viví, de la que era parte».

Esas raíces, precisamen­te, su origen, ha marcado, también, la esencia de su cine, influido, cómo no, por la época dorada del cine negro, en plena Guerra Fría. «No quiero dar la falsa impresión de que estaba rodeado de figuras criminales y violencia. Tuve unos padres que me quisieron mucho. Había un equilibrio en mi vida. Y no es que todo el cine negro tuviera que ver con el crimen organizado, pero el tono de la vida que se contaba en esas películas... ahí es donde me crié. No era un salto para ver el mundo de esa manera, realmente yo vivía allí». Películas como «La ley del silencio», de Elia Kazan, o «La fuerza del destino», de Abraham Polonsky, representa­ban lo que Scorsese vivía, frente a cintas como «Shadows», en la que John Cassavetes se centraba en «bohemios y actores» que él no conocía «y sigo sin conocer». Pero, calma, la ficción, en este caso, sí superaba a la realidad. Scorsese no se pasaba las tardes con la mafia. «Éramos niños que jugaban en la calle, ¡qué narices! Había gente peligrosa alrededor, pero sólo eso. Estás creciendo y estás en ese entorno, pero eso no te lleva a una moralidad de blanco y negro». Fue, precisamen­te, un joven sacerdote al que conoció en San Patricio quien se convirtió en una especie de «mentor» que le ayudó a «equilibrar» lo que veía en la calle con cómo debería «vivir a través de nuestra fe». «Lo que escuchaba en esa iglesia, tenía sentido, lo que predicaban, tenía sentido. La base de lo que

Política migratoria «Si la política migratoria de Trump hubiera empezado en 1909, yo no estaría hoy aquí»

Series de televisión «Dicen que las series son el nuevo cine, pero yo no lo veo así, creo que tienen más que ver con las novelas»

soy, viene de ahí, de esa combinació­n entre cómo vivía yo y la naturaleza de la Iglesia católica de aquella época, que es muy diferente a la de hoy».

Descendien­te de emigrantes italianos, Scorsese ve con estupor lo que está sucediendo hoy en su país. «Si esa política migratoria hubiera empezado en 1909, yo no estaría aquí, la mayor parte de los estadounid­enses no estarían aquí. EE.UU. lo crearon los emigrantes. Es muy triste lo que está pasando, incluso trágico, y va contra la idea básica de lo que es EE.UU.». Pero advierte: «El sentimient­o de división es algo muy peligroso. Espero que esta fase pase y podamos trabajar juntos para cambiarlo».

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Martin Scorsese, durante su encuentro con la prensa en Oviedo
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