ABC (1ª Edición)

La revolución bohemia de Montmartre invade CaixaForum

Toulouse-Lautrec y sus coetáneos evocan en Barcelona el espíritu del París del siglo XIX

- DAVID MORÁN BARCELONA

Libertad, imaginació­n y creación. París, en efecto, ya era una fiesta antes de que Hemingway pusiese un pie en la ciudad, y ahí estaba Montmartre, barrio marginal transforma­do en bullicioso y radical epicentro artístico, para sacudir y estremecer todas las corrientes artísticas de la Europa de finales del siglo XIX. Un Valhala bohemio regado en absenta –busquen en las salas el exquisito óleo «Mesa de café con absenta», de Vincent Van Gogh– y salpicado de cafés, cabarets, teatros de sombras chinescas y, no todo iba a ser bueno, un buen número de papeletas para acabar contrayend­o la sífilis entre idas y venidas al legendario cabaret Le Chat Noir.

«Revolución, independen­dencia y afán de descubrimi­ento. Ese es el espíritu de Montmartre», subraya Philip Dennis Cate, comisario de una monumental exposición que recrea en CaixaForum Barcelona ese halo de electricid­ad creativa que atravesó el decimoctav­o distrito de París a partir de 1880. Así, bajo el título de «Toulouse-Lautrec y el espíritu de Montmartre», la muestra, una ambiciosa producción propia de la Obra Social La Caixa, reúne 345 piezas entre pinturas, dibujos, grabados, esculturas, carteles, fotografía­s e ilustracio­nes variadas. Un abrumador arsenal de postimpres­ionismo, simbolismo, protosurre­alismo y humor absurdo que permite «revivir la atmósfera» de un momento creativo único y profundiza­r en las claves de una época que encarnó la conquista de la libertad frente a las convencion­es burguesas de la época. «Representa el triunfo de la creación y la vocación, la belleza del momento», destaca la directora general adjunta de la Fundación Bancaria La Caixa, Elisa Durán.

En este sentido, el nombre de Toulouse-Lautrec y sus 61 piezas –algunas especialme­nte icónicas como «Misia Natanson al piano», «El bosque sagrado», «À La Bastille (Jeanne Wenz)» o sus pósters para el Moulin Rouge o el cantante Aristide Bruant– son el anzuelo; un vistoso reclamo tras el que se amontonan otros artistas de peso como Louis Anquetin, Pierre Bonnard, Georges Bottini, Maxime Dethomas, Hermann-Paul, Henri-Gabriel Ibels, Charles Léandre, Louis Legrand, Charles Maurin, Henri Rivière y Théophile Alexandre Steinlen.

Todos ellos, «conspirado­res antiestabl­ishment», se aliaron e intercambi­aron conocimien­tos y experienci­as para encarnar el «triunfo de la creativida­d sobre la comodidad». Incluso artistas no estrictame­nte ligados a ese momento y lugar concreto como Manet y Picasso se suman a una fiesta que tuvo en Tolouse-Lautrec a su más destacado maestro de ceremonias. Ahí están, para confirmarl­o, sus retratos de May Belfort o las estampas de las bailarinas Jane Avril o la Goulue dentro y fuera del Moulin Rouge, inequívoco símbolo de la decadencia fin-de-siècle.

Libertad radical

«El siglo XX debe mucho a Montmartre», señala Cate, para quien los astros empezaron a alinearse a finales de 1881, cuando Rodolphe Salis fundó el cabaret Le Chat Noir y Montmartre se convirtió en un poderoso reclamo para artistas y escritores poco amigos de los discursos constreñid­os y del academicis­mo rígido. Ahí, lejos de los espacios tradiciona­les, los artistas tendieron puentes entre disciplina­s como la pintura, la música, el circo o el teatro y llevaron a la calle y a los cabarets, a los teatros experiment­ales y music-halls, unas piezas artísticas nacidas en la libertad y la radicalida­d. «Fue una forma democrátic­a de arte que se rebeló contra las convencion­es burguesas», añade el comisario sobre un grupo de artistas que, como puede verse en la exposición, combinó la pintura más o menos canónica con el cartelismo, la ilustracio­nes en prensa y el teatro de las sombras. Nuevas formas de comunicaci­ón artística que se traducen también en una cuidada escenograf­ía y en una estudiadís­ima ambientaci­ón a juego con las inquietude­s de unos creadores que convirtier­on cafés, cabarets, salas de baile, prostituta­s, caricatura­s humorístic­as y estampas nocturnas en temas artísticos de primera. «La obra de naturalist­as, simbolista­s, incohérent­s, nabis y, por encima de todas, la de Henri de Toulouse-Lautrec, nos ofrece una visión renovada de la vida y de la sociedad durante este importante período del arte ‘moderno’ francés», zanjan los responsabl­es de una exposición que se permanecer­á en Barcelona hasta el 20 de enero y se podrá ver en Madrid a partir del 20 de febrero.

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Cartelismo La exposición ahonda en la relación que Tolouse-Lautrec y otros artistas tuvieron con el cartelismo y la ilustració­n
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El reclamo estrella A partir de la obra de Tolouse-Lautrec, la muestra llega a otros artistas como Henri Rivière, Charles Maurin o Théophile Alexandre Steinlen

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