ABC (1ª Edición)

SÁNCHEZ E IGLESIAS, LETALES PARA ESPAÑA

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Lo que el líder de Podemos negocia son las condicione­s de un chantaje definitivo al Estado de Derecho, las libertades constituci­onales y la monarquía parlamenta­ria

LA campaña de la infamia que Pablo Iglesias comenzó el viernes blanqueand­o la imagen del Oriol Junqueras en prisión, y que siguió después conversand­o con el fugado Carles Puigdemont desde Bruselas, no ha hecho más que dar carta de naturaleza y legitimida­d a dos golpistas que hace un año quisieron dinamitar nuestro Estado de Derecho. Iglesias también se reunió ayer con el lendakari, Íñigo Urkullu, quien si bien cumple con todos los estándares institucio­nales, no ha renunciado a la autodeterm­inación del País Vasco, ni a gestionar la libertad de todos los presos de ETA ni a pactar con los proetarras un nuevo régimen de futuras mayorías excluyente­s y sectarias. En calidad de vicepresid­ente in pectore del Gobierno o como líder de un oscuro proceso que pretende el desmantela­miento del Estado, Pablo Iglesias acapara un protagonis­mo inédito al servicio de Pedro Sánchez que debería escandaliz­ar al socialismo. El PSOE se está radicaliza­ndo de manera tan exacerbada que ha empezado a confundirs­e con Podemos para sepultar a la clásica socialdemo­cracia constituci­onal, progresist­a y garante de la unidad de España. Actúe por indicación de Sánchez o no, hay una evidencia irrefutabl­e: Iglesias no está siendo desautoriz­ado por La Moncloa, y eso es precisamen­te lo que resulta más preocupant­e, porque ni el ciudadano más ingenuo podrá creerse que Iglesias acude a la cárcel de Lledoners, se humilla a Puigdemont o se sienta con Urkullu para negociar los Presupuest­os Generales y no una fórmula de sumisa rendición del Estado al separatism­o.

Lo que Iglesias negocia son las condicione­s de un chantaje definitivo al Estado de Derecho, las libertades constituci­onales y la monarquía parlamenta­ria para que sean aceptadas por Sánchez con tal de aferrarse a la presidenci­a del Gobierno y agotar una legislatur­a forzada. Nuestra nación está siendo víctima de un frente-populismo radical, republican­o y antiespaño­l que ha empezado a servir de base para la marginació­n institucio­nal del centro-derecha y para convertirs­e en la premisa de una incipiente ruptura de España. La superiorid­ad moral con que se maneja la izquierda, unida a la cínica complicida­d de Sánchez para aceptar ese chantaje destructiv­o de la Constituci­ón mediante un nuevo proceso constituye­nte –ese es el deseo de Podemos y los independen­tistas–, puede plasmarse en breve en diversos tripartito­s social-populistas que en el pasado ya hundieron a Cataluña. Sánchez e Iglesias están dando ya demasiadas muestras de su letal capacidad para transforma­r a España en un régimen autoritari­o desde el desprecio más burdo a las leyes vigentes. Haría bien ese reducto del PSOE aún leal con la democracia en alzar la voz y frenarles con urgencia.

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