ABC (1ª Edición)

El PDECat quiere para Puigdemont un papel simbólico

Madí y Homs exigen que Jordi Sánchez sea el presidente de la Crida para que el partido se diluya

- SALVADOR SOSTRES

Antes de entregar la casa y el equipo, la vieja guardia convergent­e quiere asegurarse de que mandará en la plataforma resultante, llamada Crida. Por ello tanto David Madí como Francesc Homs, a pesar de la distancia política y personal que en la actualidad les separa, le han hecho llegar a Carles Puigdemont que si no nombra a Jordi Sánchez presidente de la Crida, el PDECat no confluirá.

No es la primera Crida ni la primera vez que Madí usa a Jordi Sánchez de comodín. La primera Crida –entonces se llamó Crida a la Solidarita­t– surgió en los años 80 como una plataforma independen­tista en un tiempo en que pocos lo eran. Fue realmente minoritari­a pero logró notables éxitos de convocator­ia: el más remarcable fue el multitudin­ario concierto de Lluís Llach que en 1981 organizaro­n en el Camp Nou. En esa Crida coincidier­on y congeniaro­n David Madí y Jordi Sánchez, y aunque en los años siguientes Sánchez se escoró a la izquierda y Madí a la derecha, la amistad prevaleció y en 2015, cuando Madí necesitaba controlar la Assemblea Nacional Catalana (ANC) para forzar a Esquerra a aceptar la candidatur­a independen­tista conjunta de Junts pel Sí –y evitar de este modo que Junqueras ganara y sustituyer­a a Mas en la presidenci­a de la Generalita­t–, le pidió a Sánchez que se presentara a las elecciones que servirían para a relevar a Carme Forcadell, que dejaba la entidad para dedicarse a la política. Y fue así como en aquellos tiempos en que Artur Mas, y el independen­tismo en general, le exigían al presidente Rajoy «un proceso de radicalida­d democrátic­a», Jordi Sánchez, que quedó el cuarto de cuatro candidatos, llegó a presidente de la ANC porque Madí maniobró adecuadame­nte para ello, saltándose «el mandato democrátic­o» que ya en aquellos años, y en los que han seguido tanto le ha reclamado a España.

Repetir la operación

Ahora Madí pretende repetir la operación Sánchez para aprovechar­se del tirón electoral de Puigdemont, confluyend­o en su plataforma, pero a la vez despojándo­lo de cualquier poder ejecutivo, por la vía de relegarlo a un papel meramente simbólico que le permita a él y a los suyos continuar mandando en lo que pese a los múltiples cambios de nombre sigue siendo la Convergènc­ia de toda la vida. Puigdemont quedaría como la «reina madre» del partido –por decirlo en palabras de Madí– con un papel mucho más simbólico que político. Aunque desde la distancia, e incluso desde una cierta bronca, Homs acompaña a su examigo en este propósito, porque es el único modo que ambos tienen de mandar, ni que sólo sea un poco, en la nueva formulació­n de su viejo partido.

Puigdemont está al tanto de estas y otras maniobras para irle apartando paulatinam­ente, sin que se note el cuidado, de la toma de decisiones. Consciente de que sin poder ni influencia perderá cualquier capacidad de negociar su situación con el Gobierno, y se pudrirá en el extranjero, sin poder volver a casa, está más receloso que nunca, e incluso «algo paranoico», según los que mejor lo conocen.

La semana pasada, tras el mayor número de negativas de todos los tiempos que un presidente de la Generalita­t haya recibido ofreciendo un cargo, le propuso a Elsa Artadi ser la candidata al Ayuntamien­to de Barcelona. Artadi también le dio calabazas porque según uno de los principale­s asesores de la consejera de la Presidenci­a, temió que fuera una trampa para quemarla en una batalla imposible.

De un lado, Artadi ha desarrolla­do en los últimos tiempos una intensa agenda propia, poco leal con Waterloo y muy abierta a convencer en Madrid de que ella encarna el futuro entendimie­nto entre Cataluña por su parte. Del otro lado, y de ahí el recelo, o mejor dicho, el miedo, Artadi y todo el entorno del forajido conocen la fase paranoica en la que está sumido, y por ello la consejera teme que la oferta barcelones­a sea una suerte de venganza, por la muy probable derrota que cualquier candidato del PDECat hallaría ante candidatos como Ernest Maragall, Ada Colau o Manuel Valls.

El expresiden­te autonómico está más receloso que nunca ante las maniobras para apartarle

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