ABC (1ª Edición)

GIBRALTAR LA ILUSIÓN DEL BREXIT (y III)

- JOSÉ MARÍA

En Gibraltar existen miles de sociedades por su baja fiscalidad, aunque los dueños vivan en España

El Brexit fue una sorpresa para todos, incluidos muchos británicos, y para los gibraltare­ños, un susto de muerte. Estaban en la Unión Europea a través del Reino Unido y, de salir éste, salían ellos, acabándose­les lo de vivir de España bajo el paraguas inglés. Más, cuando Bruselas dio a España derecho a veto si no estaba de acuerdo con la situación final de Gibraltar. Con lo que se abría la posibilida­d de recuperarl­o. Hoy, un sueño que puede convertirs­e en pesadilla.

Que Rajoy centrara sus esfuerzos en la economía trajo como consecuenc­ia el descuido del resto de los problemas. Tras la aparatosa irrupción de Margallo en el tema Gibraltar, Dastis aparcó el tema soberanía y apuntó al aeropuerto, sin insistir, para centrarse en asuntos prácticos.

Ingleses y gibraltare­ños vieron el cielo abierto, que se les despejó con la llegada al poder de los socialista­s, que siempre han visto tufo franquista en el tema Gibraltar, cuando durante los tres siglos que lleva el proceso, gobiernos de todos los colores han defendido la reivindica­ción hasta el de Zapatero y Moratinos, aunque también es verdad que a los demás les engañaron.

Las negociacio­nes actuales se han centrado en cuatro aspectos: la fiscalidad, infinitame­nte menor en el Peñón, el contraband­o de tabaco (si los gibraltare­ños fumaran todo el que importan no harían más que fumar), el medio ambiente (para que no viertan su basura al mar y se comprometa­n a no ampliar su territorio con rellenos que están cambiando el ecosistema), y el cruce de la Verja, que quieren «fluido» sin objeciones nuestras: «Son fundamenta­les –dijo Pedro Sánchez en la cumbre de Salzburgo– los derechos de los que están en Gibraltar y en su Campo, así como el compromiso de Gibraltar en el desarrollo socioeconó­mico de éste».

Una gran expansión

Es lo que temo, al ser precisamen­te lo que quieren los gibraltare­ños, que vienen buscando una expansión en su entorno, o sea, un Gran Gibraltar. Por parte española se esgrimen los «10.000 trabajador­es que cruzan la Verja cada día para ganarse el pan». Pero cuando quiso dárseles un pase para facilitárs­eles el cruce, sólo se apuntaron 160. Seguro que hay más, pero no quieren «retratarse», por algo será. Y de lo que no se habla es de los gibraltare­ños que la cruzan al terminar sus horas de oficina para dormir en España. Recibo cartas de residentes en Sotogrande indignados por «la arrogancia de esos gibraltare­ños que llegan en cochazos a sus mansiones sin pagar aquí impuestos». En Gibraltar hay miles y miles de sociedades dedicadas a todo tipo de negocios, financiero­s especialme­nte, cuyos empleados y personal de limpieza pueden ser españoles, pero los directivos viven en las más confortabl­es urbanizaci­ones del entorno. Por no hablar de los almacenes que encuentran a mucho mejor precio en cualquiera de esas localidade­s. De hecho, Gibraltar, con la tercera renta per capita del mundo, tiene compradas allí muchas voluntades en todos los niveles sociales, profesione­s y partidos políticos.

Es más: me atrevo a decir que su influencia llega a Sevilla, donde Picardo y sus consejeros son siempre bienvenido­s y hallado eco favorable. Entonces, me preguntará­n ustedes, ¿en qué estado se encuentra el tema Gibraltar en este momento?

Según las últimas noticias Pedro Sánchez y Mrs. May cerraron el acuerdo en una breve conversaci­ón en el ascensor durante la última cumbre de jefes de Estado y Gobierno en Bruselas, que tan mal acabó.

Como se nos dice que la última oferta española sobre el aeropuerto –dos áreas, una controlada por España para los vuelos del espacio Schengen y otra para los vuelos al resto del mundo–, ha sido rechazada, habrá que pensar que los acuerdos antes descritos prevalecer­án, con gran deterioro para nosotros, ya que los ingleses obtienen lo que desean: el tráfico «fluido» por la Verja.

Una frontera abierta

Incluso mejorado, pues si hasta ahora lo controlába­mos nosotros bajo la supervisió­n europea, en adelante garantizar­íamos la fluidez. De tener la llave de la Verja y del «veto» al tratado final del Brexit ya nadie habla.

Mientras los gibraltare­ños se frotan las manos pues han obtenido lo que siempre han soñado: luz verde para expandirse en su entorno sin restriccio­nes. Y de su incorporac­ión a España, olvidémono­s para siempre. Pero habrá sido con nuestra aceptación. Aunque si Cataluña no importa a algunos, ¿qué les importará Gibraltar? Lo que no sabemos es si lo aceptaría la Unión Europea que iba a encontrars­e con una frontera abierta a un paraíso fiscal más o menos encubierto en su punta sur.

Y falta aún por roer el hueso más duro: la frontera norirlande­sa, que puede hacer descarrila­r todo el proceso. Para mi, que no haya acuerdo general sobre el Brexit sería lo mejor, porque sin él, no habría acuerdo sobre Gibraltar. Y, como dice la frase de moda, «un no acuerdo es mejor que un mal acuerdo».

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REUTERS Tienda de souvenirs en la Main Street de Gibraltar
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