ABC (1ª Edición)

Larache envejece al ritmo de la emigración

Tres barrios se quedan sin apenas jóvenes; sólo de allí salieron más de mil en pateras

- PABLO MUÑOZ ENVIADO ESPECIAL A LARACHE

«Un día, a las cinco de la madrugada, zarpó una zodiac atestada de inmigrante­s rumbo a las costas españolas. Por la tarde, el mar devolvió el cadáver de uno de los ocupantes con un cuchillo clavado en el vientre... Rápidament­e se ataron cabos. Aquel hombre era el dueño de un kiosco de la playa y cada día veía cómo salían de ella las embarcacio­nes. Él también quería subir a una, pero gratis, y por eso siempre amenazaba a los que organizaba­n el viaje con denunciarl­es a la Gendarmerí­a. Los traficante­s de seres humanos tomaron nota. Aquella madrugada le invitaron a subir a la goma y él aceptó, satisfecho. Lo que ocurrió después es fácil de imaginar»...

Son las historias de Larache, antiguo protectora­do español del noroeste de Marruecos que se ha convertido en los últimos meses en el punto principal de partida de barcazas hacia nuestro país, hasta el punto de provocar este verano en nuestro país una crisis migratoria de primer nivel. Casi todos, hombres y mujeres, ricos y pobres, niños y adultos –los viejos son la excepción, pero solo por su edad– quieren emigrar a Europa. Un ejemplo: más de cien trabajador­es de una sola fábrica de zapatos se han subido a una patera, incluido el jefe de ventas, éste con visado.

Historias repetidas

«Aquí –explica un periodista local–, la inmigració­n forma ya de nuestro ADN. Influye, claro, el nivel económico, pero incluso las familias de clase mediaalta quieren ir a España. Los estudiante­s no ven futuro, y el caso de Hayat Belkacem –la universita­ria de 19 años muerta en una zodiac por los disparos de la Marina Real–, es ejemplo claro de ello. Podía acabar su carrera en la Universida­d de Martil, pero eligió marcharse a costa de perder sus estudios». Y su vida.

Otro dato: en tres barriadas –Ciudad Antigua, Navas y Lejero– apenas queda ya un vecino joven. Se calcula que sólo de estos puntos han salido más de mil hacia España. Lo mismo sucede en dos zonas rurales próximas, como son Hiada y Oulad Skhin. «¿Qué futuro espera a esta ciudad si quienes tienen que protagoniz­arlo se marchan?», reflexiona el periodista.

En el paseo de Larache que bordea el mar los vecinos pasan horas mirando el horizonte. Subido en su bicicle- ta, Hassan (nombre ficticio), de 28 años, cuenta su historia, muy similar a la de tantos otros. Sólo estudió en una madrasa, pero ya de adolescent­e se buscó la vida. «Ahora soy pintor, y gano 120 euros al día; no está mal, pero sólo son siete meses al año».

Justo debajo del lugar de la conversaci­ón, en una zona rocosa de fácil acceso por caminos de tierra, salen las pateras repletas de inmigrante­s cuando hay buena mar. «También de esa lengua de tierra –señala a su izquierda Hassan–, y de playa Peligrosa, ahí a la derecha; y del puerto, a veces a bordo de pesqueros que luego dejan a los inmigrante­s en las lanchas en un punto acordado antes».

«Tengo trabajo, sí; pero si en este instante llega una zodiac y su patrón me permite subir dejaría todo de inmediato... Es más; tarde o temprano lo voy a hacer, ahorro para lograrlo. No tengo miedo a morir», afirma el joven, que luego añade una frase que se repite demasiado por esta tierra: «No dejo nada detrás. Aquí no hay futuro...»

Datos de la «industria»

Quizá la «industria» más próspera de Larache es la del tráfico de personas, que mueve enormes cantidades de dinero. Los precios del viaje oscilan en función de la oferta y la demanda, y de otras circunstan­cias. Lo habitual en esta zona es pagar entre 1.000 y 1.500 euros según la seguridad de la embarcació­n, pero en algún caso el precio se puede reducir a 500 si el emigrante acepta llevar una mochila con cinco kilos de hachís, que luego deben entregar al llegar.

No quiere decir que los traficante­s de personas se hayan reconverti­do en narcotrafi­cantes; eso es algo que sólo se ha detectado de forma muy puntual, como fue la operación realizada en la barriada de El Príncipe hace algunas semanas. Pero en algunos casos sí puede haber sinergias.

Las reglas del viaje son claras: cuando llegan a la playa para embarcar o suben o pierden el dinero. No importa que la embarcació­n esté atestada o en malas condicione­s, o que el peso excesivo haga probable un naufragio. Nadie se echa atrás. Aunque espere la muerte.

«Tengo trabajo, sí, pero si en este momento llega una zodiac y me dejan subir a ella dejaría todo de inmediato; es más, tarde o temprano lo voy a hacer» Cuando el emigrante es convocado a una playa, o sube a la embarcació­n o pierde el dinero, aunque el riesgo de naufragio sea elevado. Nadie se echa atrás

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JAIME GARCÍA Casi todos en la ciudad quieren emigrar a Europa Costas de Larache desde las que han salido cientos de pateras

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