ABC (1ª Edición)

TRIPLE ENSEÑANZA ECONÓMICA

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En el examen de la evolución de nuestra economía a partir de las elecciones que dieron un triunfo evidente en favor de Felipe González surgen tres hitos. Uno es este. Tras las políticas normalizad­oras de Suárez y Calvo Sotelo, que no habían conseguido retornar al pleno empleo, Felipe González prometió 700.000 trabajos inmediatos. Sin igual rapidez, aumentó el paro mucho más que el que él había recibido, además de ligar su ingreso en el Sistema Monetario Europeo a una crisis colosal. Al suceder Aznar a González, con la colaboraci­ón de Barea, defensor del equilibrio presupuest­ario y con medidas en favor de la libertad económica, cambió el panorama.

La polémica exterior en relación con nuestra alianza con Estados Unidos en su política en Oriente Medio derribó a Aznar. Su sucesor, el socialista Zapatero, fue de catástrofe en catástrofe económica desde 2008 hasta generar el hundimient­o económico, generado por una colosal tasa de paro, un enorme déficit y una deuda escalofria­nte.

Y ahora, tercera irrupción tras la Transición de un gobierno socialista, tenemos el panorama más que preocupant­e que acaba de diseñar el Banco de España. Las noticias sobre el PIB, sobre el paro, sobre los tipos de interés, sobre la deuda pública, sobre el sector exterior, sobre la ruptura creciente de la homogeneid­ad del mercado interior –que nada tienen que ver con las que exhibía nuestra economía durante el Gobierno Rajoy–, lo recalcan.

Es necesario ante esta reiteració­n de desastres económicos ligados a las administra­ciones socialista­s buscar una explicació­n. Me parece que esta es bastante sencilla. Viven ajenos a lo que dicen los economista­s. ¿Qué es eso que señala Milton Friedman sobre si hago esto o lo otro? ¿Para qué resucitar las opiniones de Barea o de Fuentes Quintana o de Luis Ángel Rojo? Y si tengo que recoger lo que sostienen los sindicatos, ¿cómo no voy a despreciar todo eso de la flexibiliz­ación laboral aunque lo haya sostenido Stiglitz, y aunque éste sea Premio Nobel? Alegrémono­s del consejo de los economista­s, porque aconsejan medidas impopulare­s que hay que intentar poner en acción de modo inmediato. Otra cosa es actuar a costa de nuestro bienestar material a cambio de un aplauso momentáneo.

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JUAN VELARDE FUERTES

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