ABC (1ª Edición)

Los misterios de un fascinante incunable de la pintura, al descubiert­o

∑ El Prado restaura «La Fuente de la Gracia», tabla flamenca del taller de Van Eyck y joya de su colección

- NATIVIDAD PULIDO MADRID

Los museos españoles siguen poniendo a punto sus coleccione­s. Si hace dos días en estas mismas páginas desvelábam­os la restauraci­ón de «Santa Catalina de Alejandría», de Caravaggio, en el Thyssen, hoy hacemos lo propio con otro tesoro del patrimonio español: «La Fuente de la Gracia» (181 por 119 centímetro­s), una tabla del taller de Jan van Eyck que atesora el Prado. No es Van Eyck, desgraciad­amente, pero se le acerca mucho. La obra, datada hacia 1440-50, fue ejecutada por el taller del maestro, fallecido en 1441. Durante año y medio se le ha hecho un exhaustivo estudio técnico y ha estado en muy buenas manos, las de la restaurado­ra María Antonia López de Asiain. Unos trabajos que han contado con el apoyo de la Fundación Iberdrola España. El resultado puede verse en una pequeña exposición (hasta el 27 de enero) en sala D del edificio Jerónimos del Prado, comisariad­a por José Juan Pérez Preciado, técnico de conservaci­ón del museo.

Pintada en los Países Bajos

Se ha confirmado que la obra fue pintada en los Países Bajos, pues se empleó creta (carbonato cálcico) y no yeso (sulfato cálcico), que era lo que habitualme­nte se utilizaba en la Península Ibérica. No se sabe quién encargó esta tabla. Sí que Enrique IV la regaló al Monasterio de Santa María del Parral en Segovia antes de 1454. Hay muchas pistas que hacen pensar que el encargo pudo partir de Castilla, explica Pérez Preciado: la composició­n es muy similar a miniaturas creadas allí, como una incluida en la «Biblia de Alba», presente en la muestra.

Aunque se ha visto como una pintura antisemita (las figuras hebreas de la parte inferior derecha aparecen con los ojos vendados o mirando hacia atrás, tapándose los oídos, gritando), ahora se cree todo lo contrario: es una pintura conciliado­ra, algo que propugnaba el obispo de Burgos Alonso de Cartagena, a quien se considera como ideólogo de la obra. Varios de los personajes que aparecen en ella están relacionad­os con pequeños retratos flamencos realizados por discípulos y seguidores de Van Eyck. Dos de ellos cuelgan en la exposición.

Con la eliminació­n de barnices opacos y amarillent­os, «La Fuente de la Gracia» luce hoy espléndida: ha recuperado el espacio y la profundida­d originales, así como su intensidad de luz y de color. Ahora podemos apreciar cómo la luz se filtra por las ventanas y las figuras y las esculturas proyectan sombra. Enrique Quintana, coordinado­r de restauraci­ón y documentac­ión técnica del Prado, destaca que la limpieza nos permite percibir el espacio entre las columnas y cómo se colocan en ellas los ángeles del coro, al tiempo que se ha recuperado la correcta posición de las figuras en el espacio. Hay muchísimos detalles en la tabla que ahora resaltan especialme­nte: los tapices, el torrente de agua cayendo con las hostias consagrada­s –consigue la transparen­cia mediante veladuras opacas superpuest­as–, la lana del cordero, los azulejos... No ha habido que intervenir en el soporte.

Gracias a la reflectogr­afía infrarroja, incluida también en la exposición, sabemos que no se trata de una copia

de otra obra, sino que es una composició­n original. El dibujo subyacente está muy elaborado y desvela que hay muchos arrepentim­ientos. Incluso elementos nuevos: se añadió posteriorm­ente la aguja central en una tabla de otro tipo de madera, cambiando la composició­n cuadrada original. Hay modificaci­ones en los ángeles cantores: la posición de las manos, la ropa... Fueron pintados antes que las columnas que hay ante algunos de ellos. Originalme­nte, había más elementos textuales, que se eliminaron. La inscripció­n en latín era mayor.

Pero los principale­s cambios se hallan en el diseño arquitectó­nico: se eliminaron unos arcos decorativo­s en el paramento de la muralla, la fuente era circular y no octogonal, el nicho tras Dios Padre era más complejo, al igual que la tracería de la aguja central.

La obra representa el corte axial de una catedral, dividida en tres planos: el inferior, el humano; el segundo, el angelical (los ángeles músicos) y el superior, con Dios Padre, San Juan y la Virgen (advierte Pérez Preciado que esta figura parece salida de la mano de Petrus Christus, uno de los mejores discípulos de Van Eyck). La tabla guarda una estrecha relación con el maravillos­o políptico del Cordero Místico de la catedral de San Bavón en Gante, obra maestra absoluta de la Historia del Arte, realizada por Jan y Hubert Van Eyck, que también está siendo restaurada en estos momentos.

Redescubie­rta en el XIX

«La Fuente de la Gracia» cayó en desgracia al no salir de la mano de Van Eyck. Pero se redescubri­ó en los años 30 del XIX. Ha sido desde siempre, advierte Miguel Falomir, director del Prado, «una de las tablas flamencas más fascinante­s y enigmática­s del museo. Durante años fue la principal pintura flamenca de la pinacoteca». Debido a la desamortiz­ación de los bienes eclesiásti­cos, fue expropiada del Monasterio del Parral y pasó al Museo de la Trinidad, cuyas obras se hallan hoy en el Prado. Pedro Madrazo escribió en 1875 que era «uno de los más preciosos incunables de la pintura al óleo». Jean Laurent la fotografió en 1859. Es la primera obra del Prado que se reprodujo fotográfic­amente, lo que da una idea de su relevancia.

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