ABC (1ª Edición)

DESLEALTAD E IMPRUDENCI­A ANTE EL SUPREMO

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EL presidente del Gobierno se ha comportado de forma oportunist­a y desleal con el Tribunal Supremo, pese a que su Sala Tercera ha librado a las haciendas autonómica­s de un desembolso sorpresivo de varios miles de millones de euros a corto plazo. Lejos de apreciar este resultado o, al menos, callar sus críticas, Sánchez acompañó el anuncio de la reforma del impuesto hipotecari­o con una petición al Supremo para que «reflexione» y haga «autocrític­a». Esta petición es inaceptabl­e en el jefe del Ejecutivo, no sólo por impertinen­te, sino por inútil. El presidente del Supremo ya pidió disculpas por el evidente descontrol interno de la Sala Tercera. Ahora bien, una vez tomada la decisión de volver a la doctrina establecid­a hace casi un cuarto de siglo, Sánchez debió ahorrarse ese señalamien­to a unos magistrado­s que, con mayor o menor torpeza, pretendier­on restaurar la seguridad jurídica sobre un impuesto que fue regulado por los socialista­s y descargado por los socialista­s en la espalda del «ciudadano de a pie» al que aludía Sánchez cual paladín frente a los abusos del sistema capitalist­a.

Mientras negocia la renovación del Consejo General del Poder Judicial –un cambio de cromos para el que necesita al PP y con el que trata de asegurarse una cuota que permita al Gobierno maniobrar con sus políticas de «normalizac­ión»–, Sánchez aprovecha el martirio voluntario de la Sala Tercera para lanzar un mensaje irresponsa­ble contra el tribunal que tendrá que juzgar en su Sala Segunda la causa penal más importante de la democracia, la del separatism­o en Cataluña. Pedro Sánchez no invita al Supremo a la reflexión ni a la autocrític­a, sino a dejarse acorralar por la opinión pública en una estrategia de deslegitim­ación con la vista puesta en la sentencia del «procés» y, quizás, en unos futuros indultos a los que sigue sin renunciar.

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