El arsenal de un perturbado
A través de Isabel Celaá, el Gobierno trató ayer de restar importancia al plan urdido por un vigilante de seguridad de Tarrasa, detenido el mes pasado, que pretendía disparar contra Pedro Sánchez. El Ejecutivo pidió serenidad y prudencia y calificó de «hecho aislado» este execrable incidente, ante el que solo cabe la más absoluta condena. Algunos dirigentes cometieron el error de relacionarlo con la actualidad política. La presidenta de la Junta de Andalucía no dudó en vincular el episodio con el «encanallamiento» y la «crispación» de la vida política, mientras que Carles Puigdemont trató de sacar tajada desde su Waterloo al comentar que, de ser independentista, el vigilante de Tarrasa «hubiera sido detenido ante las cámaras de TVE y sería acusado de terrorismo».
Fue una dirigente de VOX en Tarrasa la que alertó a los Mossos sobre las intenciones de Manuel Murillo, con el que compartía grupo en una red social en la que este insistía en pedir apoyo logístico para llevar a cabo el magnicido. Investigado por conspiración para atentar contra la autoridad, amenazas graves, tenencia ilícita de armas e incitación al odio, Murillo no es un gran tirador, pero contaba con un verdadero arsenal para llevar a cabo su plan: catorce armas largas y cortas, algunas de guerra, que le habrían permitido disparar a un blanco hasta a 1.500 metros de distancia. El vigilante, de 63 años, había confesado su intención de «sacrificarse» por España, invocando la iniciativa del Gobierno de exhumar a Franco.