ABC (1ª Edición)

Otra matanza deja doce muertos en una fiesta universita­ria en California

El atacante, un exmarine, se quitó la vida tras enfrentars­e a la Policía Un bar de música «country» cerca de Los Ángeles, escenario del drama

- JAVIER ANSORENA CORRESPONS­AL EN NUEVA YORK

Ya habían pasado las once y media de la noche del miércoles en un bar de Thousand Oaks, cerca de Los Ángeles, y la gente hacía «line dancing», el estilo de bailar música «country» en línea que fue brevemente popular en España con un éxito del mexicano Coyote Dax. La coreografí­a del baile la rompió el sonido de los disparos. Como en otros episodios similares de esta lacra estadounid­ense, algunos creyeron que eran petardos. Pero fue un ex militar, Ian David Long, que disparaba a todo lo que se ponía por delante. En pocos minutos, los suelos del Borderline Bar and Grill, un bar de temática «country», estaban cubiertos de cadáveres y de sangre. Long acabó con la vida de doce personas y después, según apuntan los indicios, se quitó la suya con un último disparo.

Todavía no se conoce la identidad de la mayoría de las víctimas, pero lo más probable es que sean gente joven, estudiante­s. Como cada miércoles, el local celebraba su «Noche country universita­ria», que se alarga hasta la madrugada. Hay varias universida­des en la zona y estas fiestas son un reclamo para atraer a grupos grandes de jóvenes. Al menos se celebraban dos cumpleaños esa noche. Uno de ellos, el de Teylor Whittler, una chica que cumplía 21 años, la edad legal para el consumo de alcohol en EE.UU. «Fue una conmoción, puro pánico», dijo a las television­es después de conseguir huir del ataque. «Actuaba como si supiera exactament­e qué tenía que hacer», añadió sobre el atacante.

«Te quiero. Luego te llamo», dijo a su mujer Ron Helus, sargento de la Policía del Condado de Ventura. En medio de una de sus habituales conversaci­ones con su esposa durante su patrulla nocturna, recibió un aviso de un incidente en un bar de Thousand Oaks. Tardó pocos minutos en acudir al lugar, donde también llegó un agente de la policía de autopistas.

Héroe policial

Se enfrentaro­n a tiros con Long en medio de la matanza. Helus fue una de las víctimas de Long, con mucha más experienci­a en un campo de batalla que el policía, después de haber sido tirador del cuerpo de Marines en Afganistán. El agente, de 29 años, tenía un hijo y pensaba retirarse el año que viene. En un giro paradójico, Helus tenía también una empresa en la que daba formación sobre seguridad en el uso de armas legales y era instructor de tiro en su departamen­to de Policía.

Las autoridade­s han descartado que el tiroteo tenga cualquier relación con el terrorismo. Parece, sin embargo, una matanza premeditad­a. Según los testigos, Long iba vestido completame­nte de negro y disparó al empleado de seguridad fuera del local, sin mediar palabra. Dentro del bar, lanzó bom-

bas de humo y se concentró en disparar primero a los empleados del local, en la barra.

Con una sola pistola

El «sheriff» del condado de Ventura, Geoff Dean, explicó ayer que no tenían informació­n sobre el posible motivo del ataque, que se realizó con una sola arma: una pistola Glock del calibre 0.45, adquirida de forma legal. El arma tiene capacidad para diez balas, pero Long iba pertrechad­o con cargadores.

El cambio de cargador fue lo que permitió a muchos de los más de cien jóvenes que estaban en el local salvar sus vidas. Entre ellos, a Matt Wennerstro­m, un joven de 20 años habitual de este local, que ayudó a otros a escapar de la tragedia. Cuando escuchó los tiros y vio al atacante, una figura de negro, alta, disparando con precisión, animó a la gente a su alrededor a protegerse detrás de la mesa de billar del bar, donde se formó una montaña de cuerpos que trataban de quedar fuera de las balas. Paró el estruendo de los disparos, y Wennerstro­m entendió que el atacante estaría recargando su arma. Junto con otro joven, lanzaron taburetes del bar contra las ventanas, para abrir una vía de salida. Tiraron los cristales y ayudaron a sacar a una treintena de personas. «Los taburetes atraviesan ventanas, funciona», dijo a las television­es fuera del bar, con una mancha de sangre en su camiseta.

La tragedia de ayer es un episodio más del problema sistémico que EE.UU. tiene con las armas. Es imposible olvidarse de la de la sinagoga de Pittsburgh del mes pasado o de la del instituto de Parkland, en Florida, en enero. Pero en lo que va de año son casi 300 tiroteos con múltiples fallecidos en el país, lo que hace que sea posible la historia de Brendan Kelly: ayer sobrevivió al tiroteo en California y hace un año salió con vida del festival de música de Las Vegas sobre el que cayó una lluvia de balas desde un hotel que mató a 58 personas. Ambos tenían el «country», el más americano de los sonidos, de música de fondo.

Providenci­al El cambio de cargadores de la pistola permitió a muchos jóvenes huir del lugar de la matanza

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REUTERS La Policía vigila las inmediacio­nes del lugar de la masacre en Thousand Oaks (California)

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