SORPRENDENTE
El país está convulsionado con motivo de algo tan sorprendente como son las andanzas judiciales del impuesto sobre los Actos Jurídicos Documentados. Para situar las cosas en su justo término, quizás convendría recapitular. ¿De dónde venimos? Venimos de un impuesto creado por un Gobierno del PSOE. Venimos de constatar su pacífica existencia durante más de 20 años. Venimos de comprobar que ha sido tan pacífica que gobiernos autonómicos del PSOE y Podemos lo han subido cuando han podido, a pesar de que a lo largo de esas dos décadas el impuesto recayó siempre sobre los prestatarios y no sobre los bancos. Venimos de la sentencia de una sala del Supremo que cambia todo sin justificar nada e introduce más dudas que certezas. Venimos de una rectificación del Pleno que ha sumido a todo el país en la perplejidad por el procedimiento y a una buena parte de él en la rabia incontenida de todos aquellos que en todos los partidos y estamentos se dejan guiar por la complacencia con el «pueblo».
La decisión del Gobierno es perfectamente coherente con su habitual voluntad populista y su sempiterno despiste técnico. A pesar de sus anuncios, los usuarios seguirán pagando el impuesto, de manera indolora eso sí, porque lo bancos prorratearán el incremento del coste a lo largo de la larga vida que acostumbran a tener los préstamos hipotecarios.
¿Son unos desalmados por hacerlo? No sé, pero desde luego es lo que hacen todos los sectores de la economía o es que, ya puestos, ¿va a exigir el Gobierno a las petroleras que corran con los impuestos que gravan los combustibles? ¿Va a hacer que los bares y restaurantes paguen los impuestos que cargan las bebidas alcohólicas? ¿Exigirá a El Corte Inglés o a Mercadona que se ocupe de pagar los IVA soportados por los productos y servicios que venden?
Con independencia de quien sea el sujeto obligado que determine la legislación fiscal, la realidad económica imputa éste y el resto de los costes a los consumidores o usuarios finales. ¿Quién si no iba a pagarlos? El Gobierno dirá lo que quiera, y mostrará su cara más justiciera, pero su afirmación de «nunca jamás los españoles van a pagar este impuesto» solo será verdad para aquellos que nunca pidan un préstamo hipotecario.