Lydia Valentín es interminable
Revalida su corona mundial en arrancada y total olímpico y es bronce en dos tiempos
Se ven sus ojos cerrados, se escucha su grito, se observa su concentración, pero solo Lydia Valentín sabe lo que recorre su mente en el instante en el que se planta frente a la barra y ejecuta el levantamiento que tantas veces ha hecho durante su carrera. Sea lo que sea lo que esconde su mente en ese momento, siempre termina en triunfo, en éxito, en satisfacción, en oro. En un «Toma» que soltó de pura rabia cuando levantó ayer los 113 kilos de arrancada con los que revalidaba uno de los dos oros mundiales que ya tenía de la edición anterior en Arnheim (Estados Unidos).
Una barbaridad con el que tumbó las expectativas de Darya Naumava (108) y Tamara Salazar (105). Una barbaridad que le bastó también para mantener su corona en el total olímpico, pues la española sumó 249 kilos, cuatro más que la bielorrusa y siete más que la ecuatoriana. Valentín solo se dejó un oro por el camino, en el dos tiempos, pues no pudo superar los 136 kilos levantados en un segundo intento y quedó en tercer lugar, por detrás de los 137 de Naumava y de Salazar. No obstante, una presea mundial más a su infinito palmarés. Una maravilla más para la halterofilia española.
Además, la leonesa no jugaba en su categoría natural, que pasa de 75 a 76 kilos para los próximos Juegos Olímpicos, sino en una superior, de 81, a la que no está tan acostumbrada y a la que se ha tenido que adaptar en muy poco tiempo. Un cambio de estrategia casi de última hora, pero ni mucho menos aleatorio y sí muy pensado con los entrenadores y que le ha permitido mantener sus hombros protegidos ante los problemas que habían surgido hace un mes. «Estoy muy contenta con este oro porque venía de muchas molestias. He estado unos quince días bastante dolorida del hombro, pero quería competir. Quería verme en estas situaciones. Sabía que iba a ser complicado, pero al final he podido ganar el campeonato del mundo. Estoy superfeliz. Y ahora, a disfrutarlo otra vez», confesaba con las medallas en el cuello al micrófono de la Liga4Sports.
También analizó la estrategia que había seguido en el torneo para asegurar tanto el éxito como la prevención de las articulaciones. «Notaba más las molestias en el movimiento de dos tiempos, por eso quise asegurar con 130 kilos en arrancada. Se lo dije al entrenador: vamos a asegurar el total olímpico. Y luego, que pusiera lo que quisiera para el dos tiempos. Creo que era lo más inteligente teniendo ya el oro en arrancada. Pusimos después 136, pero fallé en el movimiento en el que más me molestaba el hombro, pero sabía que en el último intento de 136 debía darlo todo. Me lo dijo el entrenador, que si quería algo lo tenía que dar. Así que fui con todo. Pensé, esto ya es lo último y ahora tengo tiempo y tiempo para recuperarme».
Porque Valentín es interminable, inagotable, insaciable, única, y estos dos oros y el bronce mundiales que se lleva de Turkmenistán es la confirmación de que está en el mejor camino para volver a triunfar en los Juegos Olímpicos. Apunta a Tokio 2020, ya adaptada a su categoría de 76 kilos, con la misma ambición con la que compitió en Pekín 2008 –plata–, Londres 2012 –oro– y Río 2016 –bronce–, aunque en las dos primeras citas el dopaje de sus rivales le privó de su gloria en el podio. Solo ella sabe qué cruza por su mente cuando observa la barra y ejecuta los movimientos. Pero, de nuevo, la halterofilia mundial escuchó el himno español gracias a ella.