ABC (1ª Edición)

¡Silencio, silencio he dicho! ¡Silencio!

La Zarzuela estrena mañana la versión operística del texto de García Lorca escrita por Miquel Ortega y dirigida por Barbara Lluch

- JULIO BRAVO

Miquel Ortega (Barcelona, 1963) no recuerda cuándo se enamoró de García Lorca. «Me fascina desde que lo descubrí, que no tengo memoria ni de cuándo fue», dice. Pero sí recuerda que en cuanto leyó «La casa de Bernarda Alba» pensó que allí había una ópera. «Era yo muy jovencito entonces», aclara. Y la compuso. No entonces, sino unos cuantos años más tarde. El proceso duró mucho tiempo y el proyecto durmió largas temporadas en el cajón mientras Ortega continuaba su ascendente carrera como director de orquesta y compositor. Pensada inicialmen­te para una orquesta de cámara, se estrenó en versión sinfónica en el Teatro Brasov de Rumanía en 2007; dos años después lo hizo en España, en los Festivales de Santander y Perelada. Y ahora, el Teatro de la Zarzuela presenta por primera vez la versión original.

El propio compositor es el director musical de la producción. No iba a ser así en un principio, ya que el proyecto es idea de Rubén Fernández Aguirre, y él iba a ser el director musical. «Yo me había reservado estas fechas para estar presente en todos los ensayos y todas las funciones –cuenta Ortega–; fue Rubén quien, con el proceso ya empezado, tuvo la idea de que asumiera yo la dirección, y él seguir en el proyecto como pianista». La dirección de escena correspond­e a Bárbara Lluch, «una mujer a la que Lorca le corre por la sangre», como dice Daniel Bianco. Bárbara –nieta de la actriz Nuria Espert– ha velado armas en el Covent Garden londinense, donde ha estado doce años como asistente y ha trabajado con directores como David McVicar, Bob Wilson o Romeo Castelluci. No puede estar mejor acompañado. La escenograf­ía es de Ezio Frigerio («La casa de Bernarda Alba» fue, precisamen­te, su primer trabajo teatral), el vestuario de Franca Squarciapi­no y la iluminació­n de Vinicio Cheli. El reparto lo encabeza Nancy Fabiola Herrera, que encarna a Bernarda; la acompañan Carmen Romeu (Adela), Luis Cansino (Poncia), Carol García (Martirio), Marifé Nogales (Amelia), Belén Elvira (Magdalena), Berna Perales (Angustias), Milagros Martín (Criada) y la actriz Julieta Serrano (María Josefa). «Me enamoré de “La casa de Bernarda Alba” en cuanto la leí –relata Miquel Ortega–. Y enseguida ví en ella una ópera –yo veía óperas por todas partes–, porque tiene una fuerza dramática impresiona­nte; las óperas ganan mucho cuando tienen buenos argumentos».

El libreto de «La casa de Bernarda Alba» lo firma Julio Ramos. Miquel Ortega y él se conocieron a los 17 años cuando los dos cantaban en el coro de «Il trovatore» en el Grec de Barcelona –un montaje que dirigieron Juanjo Puigcorbé y Mario Gas–. «No sé cómo se enteró Julio de que yo componía, pero el caso es que me propuso escribir una ópera sobre un libreto que él tenía basado en una leyenda, “El ahijado de la muerte”. La compuse –algún día me gustaría recuperarl­a–; luego hicimos otra ópera pequeñita más. Julio quería que le pusiera música a un libreto suyo basado en Oscar Wilde, pero yo no me animaba. Y a cambio le propuse hacer “La casa de Bernarda Alba”. Serían finales de 1989 o primeros de 1990».

Fue el propio Julio Ramos quien le sugirió que el personaje de Josefa lo encarnara una actriz y que hablara sobre la música. «Hizo otros cambios, como saltarnos el principio y comenzar con la invocación de la criada: “¡Ay Antonio María Benavides, que ya no verás estas paredes”, y eliminar personajes como el de Prudencia... Creo que para la ópera son cambios que funcionan muy bien», dice el compositor. Lorca no solo está en el argumento, añade Ortega. «Julio no tocó nada. Hay frases enteras de Lorca. Lo que hizo muy bien es, cuando veía que se podía ensanchar el texto para hacer una especie de aria –aunque no hay arias; sí hay solos importante­s, eso sí–, alargaba las frases para tener más expansión; o al revés, si creía que un texto era innecesari­o para el desarrollo operístico lo cortaba».

Es rotundo Miquel Ortega al afirmar que Federico García Lorca le marca la música. «Totalmente. Ya me pasa en las canciones que compuse sobre poemas de Lorca. De algún modo el texto me dicta la música. No soy el único; leí una vez a Eduard Toldrá, que decía que le pasaba lo mismo. Siempre he dicho que el primer director de escena en una ópera es el compositor, porque con la partitura explica la acción y lo que quiere que hagan los personajes».

En esta producción, un barítono interpreta el papel de La Poncia. No es la primera vez que un hombre se cuela en «La casa de Bernarda Alba», que Lorca escribió para un reparto totalmente masculino; en los años setenta, Ismael Merlo encarnó a la matriarca en un montaje de Ángel Facio, y Mats Ek dio el mismo papel a un bailarín en el ballet que creó sobre la obra en 1978. «Tuvimos el pensamient­o de que a Bernarda lo interpreta­ra un hombre –admite Ortega–; pensé en un contrateno­r o en un bajo barítono». No hay componente­s folclórico­s en la partitura de «La casa de Bernarda Alba» (sí en la escenograf­ía, una imponente casa andaluza de paredes blancas). «De hecho, no se sabe bien dónde transcurre si no fuera por tres momentos en que hay algo que nos recuerda a Andalucía. La partitura no tiene un arraigo concreto. Si se quiere, se puede hablar de ciertos momentos expresioni­stas –aunque hay también muchos otros melódicos–; pero, al contrario que en mis canciones, he huído de las melodías más sencillas. Creo que la acción, lo que se está diciendo, pide otro tipo de música menos lírica».

La mezzo Nancy Fabiola Herrera es Bernarda

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Una imagen de «La casa de Bernarda Alba»
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FOTOS: ÁNGEL DE ANTONIO

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