Cuando errar es inhumano
Miguel Ángel Vivas construye una historia con la que hay que ir con pies de plomo, pues tanto sus protagonistas como el propio espectador irán tomando decisiones apresuradas, equivocadas e indeseables. El tejido genérico del argumento cambia de tonalidades entre lo familiar, lo social y el «thriller» negro y se centra en esas hilachas de género que distorsionan la vida normal de un cirujano cuando su hijo adolescente se queda a las puertas de la muerte tras una brutal paliza a la salida de una discoteca. El peso de la trama recae en los sólidos hombros de José Coronado, un actor capaz de simular que lleva al diablo dentro con enorme naturalidad y que absorbe la violencia extrema de una escena sin mover un músculo, y aquí compone un padre lleno de rincones que le obligan a la ética del argumento a dar algunos saltos mortales en compañía íntima del espectador, lo cual resulta algo molesto. Es bueno su retrato social de la juventud precisamente porque no teme a lo innegable de los tópicos, desde el macarreo, al exceso de sustancias y de sin sustancias. Y le inventa un último tercio preñado de intriga, negrura y asfixiante «corrección» social otorgándole las riendas de lo moral del mensaje a «la mujer», cuando parecía una película de «tíos» y con momentos de subidón masculino, de testosterona hirviente, como el del choque entre dos padres que se presienten jefes de la manada. Una película que da qué pensar, y no siempre en línea recta.