ABC (1ª Edición)

EL FRANCO-TIRADOR

Con una filtración tan burda han convertido algo tan grave como un disparo en un disparate

- ALBERTO GARCÍA REYES

VALE que Belén Esteban pase por escritora y Mario Vaquerizo por cantante. Incluso puede valer que Pedro Sánchez pase por presidente del Gobierno. Pero, hombre, que el majareta de Tarrasa cuele como lobo solitario, terrorista franquista, peligro nacional y experto francotira­dor, eso ya es mucha tela, ¿no? Si Rajoy se hubiese puesto así cuando aquel chalado le pegó una piña infame en Pontevedra y le arrancó las gafas, la progresía lo habría machacado por su victimismo pueril, lógicament­e. Pero los creadores de los drones de Maduro nos presentan ahora esta historia cutre que recuerda mucho a la primera secuencia de la película «El guateque», en la que Peter Sellers toca el cornetín de mando en una batalla en la India a campo abierto. El enemigo abre fuego para acribillar­lo. Pero cada vez que recibe un disparo, él da resoplidos agónicos con la trompeta y no se muere nunca. Hasta que se descubre el pastel: la batalla no es real, sino una película. Y el director se pilla un cabreo monumental: «¡Corten, corten!».

Espero que alguien en La Moncloa dé la misma orden ahora a quien haya filtrado lo del tarumba que supuestame­nte quería matar a Pedro Sánchez. Porque hasta para hacerse el mártir hay que tener un poco de nivel. Y esto se les ha ido tanto de las manos que han enseñado su patita bananera. El tuit entrañable de Pablo Iglesias, después de que la exclusiva del peligrosís­imo francotira­dor la diera «Público», que como todo el mundo sabe es el único periódico independie­nte que hay en España porque todos los demás son fascistas, es como la vieja triquiñuel­a de las madres para averiguar quién de sus hijos –perdón por el ejemplo– se ha tirado un pedo. Ya saben, ha sido el que tenga las palmas de las manos rojas. No falla: el primero que las enseña es el culpable. Iglesias las ha enseñado con un comentario genial: «Parece que la Audiencia Nacional se desentiend­e del francotira­dor que quería matar al presidente porque no es terrorismo. Por contra, los titiritero­s de Alkaeta, tuiteros y raperos sí fueron juzgados y algunos condenados y encarcelad­os por la AN. Están que lo parten últimament­e algunos jueces». Algunos. Todos no, ¿eh? El que ha condenado al autor de un poema que se mofaba de la madre de sus hijos, ése sí es un juez como la copa de un pino. En cambio, las bombas que tira el fanfarrón Valtonyc contra el Rey en sus bazofias musicales son libertad de expresión. ¿Para qué cortarse a estas alturas? De perdidos, al río.

El sainete del Franco-tirador es tan rústico que hay que tomárselo como una anécdota. Es obvio que a un sonado que tiene en su casa un arsenal y que pone en un chat que se quiere cargar al presidente hay que detenerlo. Pero intentar convertir a este perturbado en un peligroso terrorista fascista es demasiado burdo. Hasta Mortadelo y Filemón saben que alguien que tiene la intención real de matar a otro no pide informació­n por Whatsapp a sus amiguetes. Así que más le vale a Sánchez soltar esta corneta y avisar a sus socios de que las exageracio­nes llevan al ridículo: «¡Corten, corten, que en el guión ponía disparo, no disparate!».

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