ABC (1ª Edición)

Tarteso Premio Nacional de Arqueologí­a para un mito hecho realidad

El galardón reconoce la investigac­ión que se lleva a cabo en el yacimiento de Casas del Turuñuelo, en Badajoz

- DAVID MORÁN

Los restos de un sacrificio ritual masivo, con 52 caballos hallados en posición anatómica, son, de momento, la guinda, pero antes de eso los investigad­ores ya se habían quedado boquiabier­tos con la extrañísim­a bañera-sarcófago que apareció en la primera excavación y la escalinata monumental de tres metros de altura que emergió durante la segunda. Una estructura que, dicho sea de paso, nadie imaginó que pudiesen idear (no digamos ya construir). Será que el mito, poco a poco, se va tornando realidad. «Ahora tenemos unas ventanas tapadas y no sabemos lo que nos podemos encontrar detrás», subraya el doctor Sebastián Celestino Pérez, arqueólogo del Consejo Superior de Investigac­iones Científica­s y responsabl­e de «Construyen­do Tarteso», proyecto que rastrea el valle medio del Guadiana en busca de aquella gran civilizaci­ón que floreció en la Península Ibérica entre los siglos VIII y IV a.C. «Es la primera vez que Tarteso pasa del mito a la realidad arqueológi­ca», añade Celestino, cara visible de un proyecto que fue ayer distinguid­o con el primer premio Nacional de Arqueologí­a y Paleontolo­gía, un galardón impulsado por la Fundación Palarq y dotado con 80.000 euros que quiere reconocer e impulsar el trabajo de Pérez y su equipo en el yacimiento de Casas del Turuñuelo, en Badajoz.

Yacimiento «espectacul­ar»

«Es un yacimiento espectacul­ar por varias razones: una de ellas es el primer sacrificio ritual documentad­o del Mediterrán­eo; la otra, esas estructura­s de tierra batida en dos niveles», destacó en el momento de anunciar el galardón Luis Monreal, director general de la Fundación Aga Khan y portavoz de un jurado formado por el paleontólo­go Yves Coppens; el vicepresid­ente del Royal Archaeolog­ical Institute, Andrew Selkirk; el director del MNAC, Pepe Serra; el catedrátic­o de arqueologí­a Josep Guitart y el periodista Jacinto Antón. «El yacimiento aporta una visión muy relevante para la sociedad y pone de forma muy concreta a una sociedad mítica encima del mapa», añadió Monreal. En concreto, puntualiza Pérez, el galardón implica dejar de lado definitiva­mente unas leyendas alimentada­s por la mitología griega y

romana asociadas a héroes milenarios para centrarse en lo que los investigad­ores denominan «realidad arqueológi­ca».

O, dicho de otro modo, empezar a reconstrui­r las huellas y los rastros de aquella confluenci­a de la cultura fenicia y la población indígena que se dio en el suroeste de la Península Ibérica entre los siglos VII y IV antes de Cristo. Eso, asegura Celestino, fue Tarteso, y eso es precisamen­te lo que están sacando a la luz unas excavacion­es que, a tenor de lo que explican los investigad­ores, apenas si han comenzado a arañar la superficie. «No hemos excavado ni el 20% del yacimiento, pero cada hallazgo es más sorprenden­te que el anterior», destaca el director del proyecto.

Entre esas sorpresas, Pérez destaca los restos de 70 animales (52 de ellos, caballos) enterrados de forma ritual y que, añade, constituye­n la primera hecatombe documentad­a de todo el Mediterrán­eo; el empleo por primera vez en la península del mortero de cal para la fabricació­n de los sillares de la escalinata; o el edificio protohistó­rico mejor conservado del Mediterrán­eo occidental. Es precisamen­te ahí, en ese edifico de hace más de 2.500 años, donde están esas ventanas tras las que esperan encontrar nuevas y jugosas claves para «la configurac­ión de la primera gran cultura de la Península». Eso sí: el estado de conservaci­ón del edificio responde, como suele ser habitual en estos casos, al trágico rito de quemar y sepultar un lugar antes de abandonarl­o para siempre. Fuego y hecatombe para intentar borrar unas huellas que, gracias precisamen­te a eso (y a la mezcla de arcilla y ceniza), son ahora más visibles que nunca.

Si a todo esto le sumamos otros hallazgos insólitos, como los pies de una escultura de mármol de las Cícladas que viene a confirmar que la cultura tartésica también formaba parte de las redes comerciale­s del Mediterrán­eo, o las sorprenden­tes soluciones técnicas y arquitectó­nicas del edificio, lo que tenemos es una civilizaci­ón que, según Celestino, de no haber desapareci­do abruptamen­te hacia el 500 antes de Cristo, se habría medido con la cultura griega a la hora de levantar grandes templos. Y es que, como destacó Monreal, «Tarteso fue una entidad política plural, interrelac­ionada con todo el Mediterrán­eo, prefiguran­do la globalidad de nuestros tiempos».

Estreno de altura

Esta inmersión en la realidad de Tarteso permite que el premio Nacional de Arqueologí­a y Paleontolo­gía se estrene con nota, con un proyecto que, según los responsabl­es del galardón, «pone de relieve su capacidad de interesar y emocionar a amplias capas de la sociedad española y llevarla hacia la historia de su pasado».

En la contienda final, «Construyen­do Tarteso» se impuso a media docena de proyectos entre los que descataban investigac­iones sobre la cultura argárica, metodologí­as de estudio de campos de batalla y asedio en la II Guerra Púnica y proyectos sobre los orígenes de la agricultur­a y la ganadería en Próximo Oriente, entre otros.

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ABC Casas de Turuñuelo (Badajoz). Sala en la que están los restos de 52 caballos y otros animales sacrificad­os de manera ritual antes de incendiar y abandonar el edificio. La causa se desconoce. La bañera-sarcófago hallada en el mismo yacimiento. Pies de una escultura griega de mármol cicládico adquirida por los tartesios.
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