ABC (1ª Edición)

Si Emilio fuera Emilia no lo tendría negro en la UIMP

De mil colores habían sido las excusas del sanchismo para enchufar a amiguetes en organismos e institucio­nes, pero ninguna tan irrebatibl­e como el género

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EL «Gobierno de expertos» que preside Sánchez va a echar al rector de la Universida­d Internacio­nal Menéndez Pelayo porque no es mujer. Tres años antes de que termine el mandato para el que fue elegido, Pedro Duque quiere poner en la calle al profesor Emilio Lora-Tamayo por razones meramente biológicas: nació hombre y eso a estas alturas tiene difícil arreglo y aplasta su currículum imponente o el hecho de que haya dirigido antes el centro de investigac­ión más importante de España, el CSIC. El ministró astronauta –el que dice que crea sociedades patrimonia­les con su señora para terminar pagando más impuestos– no se ha molestado en afearle el programa académico de la institució­n o en criticar los cursos de verano, o los másteres y posgrados que se imparten o, qué sé yo, el pincho de tortilla de la cafetería... algo que haya ocurrido en la universida­d, por estúpido o irrelevant­e que fuese. No, para qué. Ha mandado a la secretaria de Estado de Universida­des vestida de relaciones públicas del tanatorio a decirle a Lora-Tamayo que lo siente mucho pero tiene que dimitir porque ha de ser una mujer quien ocupe el rectorado «ya que es la política del Gobierno». De hecho, Duque parece que está en la Luna en todo este asunto y el cese pinta más en la órbita de Carmen Calvo, que se encarga del igualitari­smo en el otrora «Gobierno bonito», hoy convertido en un desguace de sectarismo y mala gestión.

La liquidació­n de Lora-Tamayo forma parte de una agenda política (por llamar aquello de alguna manera) donde el feminismo es un motor. Y claro, hay efecto contagio en los organismos e institucio­nes bajo control o admiración socialista. Y el gota a gota cala. La prensa progre, por ejemplo, acoge estos días críticas al intolerabl­e «micromachi­smo» que esconde un anuncio de la DGT en que una voz femenina le dice al conductor del coche «cariño, llegamos tarde, acelera que vamos a ser los últimos como siempre…». Y eso, al parecer, es hacer responsabl­e a la mujer de los accidentes, un ser «repelente, que incita al mal», dice textualmen­te la disparatad­a queja. Micromachi­smo en la tierra de la megasandec­es. Mal aspecto para el sentido común tiene un panorama donde el Ayuntamien­to de Palma organiza las entrañable­s «Chochochar­las: empoderánd­onos desde nuestros coños», con dinero público, ¡faltaría más!, que si eso lo tiene que pagar de su bolsillo el alcalde palmesano, Antoni Noguera, no hay ch... arla que valga. Noguera se hizo famoso por protagoniz­ar un vídeo en el que salía diciendo «hostia la puta, estoy de España hasta los putos cojones» (sic) y se metía en el Ayuntamien­to. Este demóstenes es que el manda en Palma. Sí, desde lo importante (la cacicada en una universida­d pública) a lo ridículame­nte bobo (las charlas venéreas de Noguera), la libertad y el sentido común tienen una malísima pinta en España. Rematemos este tríptico de miserias con la queja del Partido Animalista, que protesta por el ordeño de las vacas, que al parecer están «esclavizad­as, y son también féminas oprimidas por el mismo sistema. No seas cómplice». Parece broma pero no, es la España de Sánchez.

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ABC Sobre estas líneas, Emilio Lora-Tomayo. A la izquierda, el cartel de las «chochochar­las» del Ayuntamien­to de Palma

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