CONTRA LA AMENAZA DE LOS NACIONALISMOS
Macron y Merkel advierten ante 80 jefes de Estado y de Gobierno del peligro nacionalista y populista que amenaza a Occidente
«El proyecto de paz europeo está hoy en entredicho», según la canciller alemana El presidente francés advirtió de que «nuevas ideologías manipulan la religión»
Emmanuel Macron dio ayer su significado diplomático más profundo a la conmemoración del centenario del Armisticio que puso fin a la I Guerra Mundial, denunciando los nacionalismos y el islamismo. Donald Trump y Angela Merkel, entre otros, dieron versiones personales de los mismos problemas, poniendo en evidencia la fragmentación social, cultural y política de Occidente.
Acompañado de 80 jefes de Estado y de Gobierno, Macron pronunció su discurso al pie del Arco del Triunfo, con una advertencia de calado: «El nacionalismo es lo contrario del patriotismo. Nuevas ideologías manipulan las religiones y el nacionalismo. La historia puede volver a tomar una dimensión trágica. El nacionalismo es una traición. Diciendo “nuestros intereses primero, qué importan los intereses de los otros”, se borra el don más precioso de una nación: sus valores morales».
Sin entrar en detalles que pudieran resultar duros contra algunos de los presentes, puso el dedo en dos de las llagas más amenazantes que se ciernen sobre todo Occidente. Los nacionalismos intransigentes y excluyentes no solo son una amenaza para muchos estados. Así mismo, evocando la amenaza islamista global con una fórmula elíptica –«nuevas ideologías manipulan la religión»–, Macron evitó la polémica con asistentes como el presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdogan, aliado histórico de la OTAN. En tono altisonante y bajo el paraguas que le protegía de la lluvia, el presidente francés añadiría, caminando por los Campos Elíseos, no sin cierto humor negro: «De nosotros depende que esta imagen sea interpretada como el símbolo de una paz duradera entre las naciones, y no como el último momento de unidad antes de que el mundo se hunda en un nuevo desorden».
Tras la espectacular ceremonia ante la tumba del soldado desconocido, al pie del Arco de Triunfo, Macron ofreció una comida de «hermandad» a los dignatarios en el Elíseo. Sin «derecho» a siesta ni reposo, prosiguió la conmemoración, a paso de carga, inaugurando al norte de París un Foro de la Paz concebido como plataforma y «herramienta», que debiera reunirse una vez al año para «avanzar propuestas de trabajo multilateral concretas».
A caballo entre el voluntarismo multilateralista de Macron y el nacionalismo de Trump, Angela Merkel evitó la polémica, en su breve discurso en el Foro por la Paz, pero hizo una constatación patética del estado de las relaciones trasatlánticas y las relaciones entre los miembros de la UE: «El proyecto de paz concebido después de 1945 está hoy amenazado por la ascensión del nacionalismo y el populismo. Vemos bien que la cooperación interna- cional, el equilibrio pacífico entre los intereses de unos y otros, incluso el proyecto de paz europeo, están hoy en entredicho».
En una línea no menos melancólica, el secretario general de la ONU, Antonio Guterres lanzó en el Foro por la Paz esta advertencia de fondo: «Muchos de elementos de juicio y realidades geoestratégicas son muy parecidas a las realidades de principios del siglo XX y los años 30 del siglo pasado, dejando en suspenso el riesgo de un engranaje imprevisible».
Tras la grandilocuencia de los discursos y ceremonias, la opinión pública francesa tiene una percepción particularmente negra de la coyuntura continental. Según un sondeo del matutino conservador «Le Figaro», un 62% de los franceses creen posible una nueva guerra civil entre los pueblos europeos. Un 38% consideran «imposible» una tragedia histórica de ese tipo.