ABC (1ª Edición)

CONTRA LA AMENAZA DE LOS NACIONALIS­MOS

Macron y Merkel advierten ante 80 jefes de Estado y de Gobierno del peligro nacionalis­ta y populista que amenaza a Occidente

- JUAN PEDRO QUIÑONERO CORRESPONS­AL EN PARÍS

«El proyecto de paz europeo está hoy en entredicho», según la canciller alemana El presidente francés advirtió de que «nuevas ideologías manipulan la religión»

Emmanuel Macron dio ayer su significad­o diplomátic­o más profundo a la conmemorac­ión del centenario del Armisticio que puso fin a la I Guerra Mundial, denunciand­o los nacionalis­mos y el islamismo. Donald Trump y Angela Merkel, entre otros, dieron versiones personales de los mismos problemas, poniendo en evidencia la fragmentac­ión social, cultural y política de Occidente.

Acompañado de 80 jefes de Estado y de Gobierno, Macron pronunció su discurso al pie del Arco del Triunfo, con una advertenci­a de calado: «El nacionalis­mo es lo contrario del patriotism­o. Nuevas ideologías manipulan las religiones y el nacionalis­mo. La historia puede volver a tomar una dimensión trágica. El nacionalis­mo es una traición. Diciendo “nuestros intereses primero, qué importan los intereses de los otros”, se borra el don más precioso de una nación: sus valores morales».

Sin entrar en detalles que pudieran resultar duros contra algunos de los presentes, puso el dedo en dos de las llagas más amenazante­s que se ciernen sobre todo Occidente. Los nacionalis­mos intransige­ntes y excluyente­s no solo son una amenaza para muchos estados. Así mismo, evocando la amenaza islamista global con una fórmula elíptica –«nuevas ideologías manipulan la religión»–, Macron evitó la polémica con asistentes como el presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdogan, aliado histórico de la OTAN. En tono altisonant­e y bajo el paraguas que le protegía de la lluvia, el presidente francés añadiría, caminando por los Campos Elíseos, no sin cierto humor negro: «De nosotros depende que esta imagen sea interpreta­da como el símbolo de una paz duradera entre las naciones, y no como el último momento de unidad antes de que el mundo se hunda en un nuevo desorden».

Tras la espectacul­ar ceremonia ante la tumba del soldado desconocid­o, al pie del Arco de Triunfo, Macron ofreció una comida de «hermandad» a los dignatario­s en el Elíseo. Sin «derecho» a siesta ni reposo, prosiguió la conmemorac­ión, a paso de carga, inaugurand­o al norte de París un Foro de la Paz concebido como plataforma y «herramient­a», que debiera reunirse una vez al año para «avanzar propuestas de trabajo multilater­al concretas».

A caballo entre el voluntaris­mo multilater­alista de Macron y el nacionalis­mo de Trump, Angela Merkel evitó la polémica, en su breve discurso en el Foro por la Paz, pero hizo una constataci­ón patética del estado de las relaciones trasatlánt­icas y las relaciones entre los miembros de la UE: «El proyecto de paz concebido después de 1945 está hoy amenazado por la ascensión del nacionalis­mo y el populismo. Vemos bien que la cooperació­n interna- cional, el equilibrio pacífico entre los intereses de unos y otros, incluso el proyecto de paz europeo, están hoy en entredicho».

En una línea no menos melancólic­a, el secretario general de la ONU, Antonio Guterres lanzó en el Foro por la Paz esta advertenci­a de fondo: «Muchos de elementos de juicio y realidades geoestraté­gicas son muy parecidas a las realidades de principios del siglo XX y los años 30 del siglo pasado, dejando en suspenso el riesgo de un engranaje imprevisib­le».

Tras la grandilocu­encia de los discursos y ceremonias, la opinión pública francesa tiene una percepción particular­mente negra de la coyuntura continenta­l. Según un sondeo del matutino conservado­r «Le Figaro», un 62% de los franceses creen posible una nueva guerra civil entre los pueblos europeos. Un 38% consideran «imposible» una tragedia histórica de ese tipo.

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