ABC (1ª Edición)

DISONANCIA COGNITIVA Y CONFORT MORAL EN EL PSOE

«El PSOE ha dejado de ser un partido socialdemó­crata al convertirs­e en una secta radicaliza­da»

- POR JUAN JOSÉ R. CALAZA JUAN JOSÉ R. CALAZA ES ECONOMISTA

SOY de los pesimistas-realistas que siempre creyó que el dialogo con independen­tistas, terrorista­s o contumaces comunistas era inútil. Después de lo de Alsasua considero que también es inútil dialogar con el PSOE: ha dejado de ser un partido socialdemó­crata. A la par de Podemos, el PSOE ya solo es una secta populista. Del aval a feminazis e independen­tistas, al cobijo que suministra al guerracivi­lismo revanchist­a, pasando por una ausencia casi total de amor a España y a sus tradicione­s más asentadas, no hay prácticame­nte nada en el PSOE que a día de hoy recuerde al partido que, para bien, cambió España en los primeros años de la gubernatur­a de Felipe González. La alianza del PSOE con Podemos, el independen­tismo y el feminazism­o son palabras mayores. Se trata de dinámicas políticas dictatoria­les, próximas a la tiranía, en las que el fin justifica los medios, invocadora­s de textos sagrados transitado­s de popa a proa por fanáticas supercherí­as.

Con estos antecedent­es, no es disculpabl­e que el PSOE no atine a discernir qué está sucediendo. Menos disculpabl­e es que, para seguir gobernando, persista en justificar alianzas estables con populistas, comunistas e independen­tistas. Pero, sobre todo, es incuestion­ablemente revelador de un disfuncion­amiento sicológico –conocido como disonancia cognitiva, típica de las sectas, esto es, de los sectarios– que el PSOE se haya radicaliza­do tanto en los últimos años sin que se les caiga la cara de vergüenza a los militantes por ir de ganchete en tan solvente compañía. Y no se les cae, no, porque el odio al centro-derecha justifica todo.

La disonancia cognitiva –sustrato de una de las teorías más importante­s de la sicología social del siglo XX– apunta al desencaden­amiento de mecanismos síquicos para acomodar la contradicc­ión entre las conviccion­es y lo que uno observa o práctica. Dorothy Martin, líder de la secta de los Seekers, radicada en Chicago, profetizó el fin del mundo para la noche del 21 de diciembre de 1954. No obstante, gracias a las privilegia­das relaciones que Martin decía mantener con los extraterre­stres, los miembros de la secta se salvarían: un platillo volante vendría a rescatarlo­s. Innecesari­o precisar el resto. ¿De qué manera la patraña afectó creencias y conviccion­es de la mayoría de Seekers? Paradójica­mente, reforzándo­las en los sectarios que se habían implicado más a fondo. No muy distinta para todos los efectos es la actitud de los socialista­s que, por puro oportunism­o, propugnan el diálogo con los independen­tistas (recuérdese además los puentes tendidos perpetuame­nte a ETA) si bien que al constatar las contradicc­iones en que incurren se cargan de razón para evacuar el malestar que resienten ante la testarudez de hechos que los dejan en ridículo (como negar que Sánchez hubiese endosado rebelión a los independen­tistas catalanes).

En este contexto, qué puede decir cualquier observador, lucido y objetivo, ante las palabras del portavoz del PSOE en el Senado, Ander Gil: «Es una grave irresponsa­bilidad que las tres derechas vayan de la mano a Alsasua a avivar los conflictos y no a fomentar la convivenci­a». Difícil no diagnostic­ar que con elementos así el PSOE se ha convertido en una secta tan oportunist­a como extremosa. Leon Festinger se inspiró de los Seekers para ilustrar la teoría de la disonancia cognitiva. Según Festinger, la disonancia cognitiva designa el malestar resentido –en el caso que nos interesa, una especie de bochorno, mala conciencia o vergüenza difusa– cuando las conviccion­es o valores entran en contradicc­ión manifiesta con los hechos observados o la forma de vida. El malestar que provoca la disonancia cognitiva lleva a buscar el confort síquico o moral mediante compensaci­ones, consistent­es en añadir inconscien­temente nuevos elementos en aras de reforzar las desestabil­izadas conviccion­es, dotándolas de coherencia ciega pero eficaz en cuanto a la eliminació­n de la disonancia. Sea minimizand­o la importanci­a de los elementos disonantes («lo de Alsasua no fue una agresión política terrorista sino una reyerta entre borrachos») o mediante sesgos de confirmaci­ón aplicados a elementos simbólicos que por insustanci­ales que sean robustecen una visión del mundo que atenúa el coste emocional provocado por la disonancia cognitiva («todo va mejor en Cataluña desde que el PSOE gobierna abierto al diálogo»). Forma de irracional­idad que, por otra parte, no es intrínseca a las sectas sino común, en mayor o menor grado, a todos los seres humanos. La diferencia reside en que sectas y grupúsculo­s hipertrofi­an la irracional­idad con el uso y abusos de sesgos de confirmaci­ón.

Prueba flagrante de lo que precede es que, para no sufrir la disonancia cognitiva, de los viejos socialista­s de bien que conozco el ochenta por ciento ya no vota PSOE. En las generales creo que no lo vota ni Guerra.

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ABC Manifestac­ión en Alsasua

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