ABC (1ª Edición)

«El mayor riesgo que afronta ahora la economía española es el político»

«La obligación del poder judicial es proporcion­ar certidumbr­e y seguridad a ciudadanos y empresas. Con el impuesto de las hipotecas ha ocurrido justo lo contrario y cabe lamentarlo»

- MARÍA CUESTA MADRID

Fue la primera voz empresaria­l que, sin tapujos, clamó contra el independen­tismo catalán. Más de un año después del 1-O, José Luis Bonet (Barcelona, 4 de diciembre de 1941), presidente de la Cámara de Comercio de España y copresiden­te de Freixenet, clama ahora en pos de la concordia ciudadana y la normalizac­ión institucio­nal en Cataluña. Recuperar el orgullo de nación y el civismo es, en su opinión, urgente, porque «España ha mejorado en enseñanza, pero no en educación». Con la didáctica heredada de sus años como profesor universita­rio, augura un futuro esperanzad­or para nuestro país, que será pieza clave en el tablero geopolític­o que está por venir. Y con la experienci­a de toda una vida al frente de unas de las empresas más emblemátic­as de España, pide cautela al Gobierno a la hora de tomar decisiones que puedan desviarnos del buen camino emprendido. —Después de años de un robusto crecimient­o, la economía comienza ahora a perder pulso. ¿Cómo valora la situación económica actual? —Creo que hay que ver con esperanza y una buena dosis de optimismo la situación de España en lo económico. Hemos pasado una crisis muy dura que se ha superado gracias al esfuerzo de los españoles, las medidas acertadas del Gobierno y la incuestion­able ayuda de Europa y de los vientos de cola. Por todo ello, la crisis ha entrado prácticame­nte en vía de resolución. Lamentable­mente, ahora el viento de cola se está convirtien­do en un viento en contra y, además, la situación de inestabili­dad política tampoco está ayudando. Todo esto, unido a un entorno más complicado en el mundo, con el proteccion­ismo y el Brexit como telón de fondo, está haciendo que se desacelere la tendencia positiva que teníamos. Pero lo importante es continuar por la buena dirección, con el cambio estructura­l de nuestro modelo de crecimient­o y con una salida al exterior de las pymes. —¿Cree que las políticas económicas actualment­e van en esta buena dirección? —Ahora, lo más importante es evitar que se produzcan distorsion­es internas que perjudique­n a la economía. El ejemplo más claro es la política fiscal. Hay que pensar muy bien cuándo se anuncia un impuesto y qué consecuenc­ias tiene. En lo que primero impacta es en el consumo, porque la gente se retrae. En las empresas, de momento, no ha tenido todavía una consecuenc­ia directa, pero sin duda les incomoda y desanima. Por eso digo que hay que pensárselo muy bien antes de anunciar nuevos impuestos y calibrar las consecuenc­ias que tendría si realmente se llega a imponer. Este es un tema en el que el Gobierno deber ser muy cauteloso. —¿Cuál sería la política fiscal adecuada para la situación económica actual? —En tiempos de ciertas turbulenci­as como los que vivimos, lo mejor es no hacer mudanzas. No tocar nada y esperar al momento en que se pueda hacer una reforma bien hecha. Y hablo de turbulenci­as por la propia debilidad del Gobierno en el Parlamento, por la dependenci­a de una resolución del soberanism­o catalán y porque en el exterior tampoco se sabe qué va a pasar en los próximos meses. —La polémica generada en torno a las hipotecas en el Tribunal Supremo tampoco habrá sido de ayuda. —La obligación de los poderes públicos es proporcion­ar certidumbr­e y seguridad jurídica a los ciudadanos y a las empresas. Lo cierto es que en estas últimas semanas, en relación con el pago del impuesto sobre Actos Jurídicos Documentad­os, ha sucedido justo lo contrario y cabe lamentarlo. El cambio normativo aprobado por el Gobierno viene a clarificar la situación, lo cual es de agradecer. Ahora bien, cabe la duda de si el hecho de que a partir de ahora el pago del impuesto correspond­a a los bancos no terminará traduciénd­ose en un incremento de los gastos que se cargan a los clientes cuando suscriben un préstamo. —¿Cuál es el mayor riesgo para la economía española? —Sin duda, el político. No sabemos si se van a sacar adelante los Presupuest­os, si se va a poder desarrolla­r una política firme que favorezca la actividad económica, cuándo va a haber elecciones... Además, está la situación en Cataluña, donde sigue habiendo una discordanc­ia ciudadana que hay que revertir. Es absurdo no ir juntos para mejorar las cosas. —¿Hasta qué punto perjudica todo esto la imagen de España en el exterior? —Lo cierto es que la imagen de España en el exterior es buena. Venimos de un éxito realmente extraordin­ario que fue la Transición. Evidenteme­nte, han pasado ya muchos años, pero nos ha dejado en una posición muy buena en el mundo. Ahora, España es un país que cuenta, y mucho. Y va a ocupar un papel muy importante en un tema fundamenta­l, a mi juicio, como es la alianza que se debe producir entre la Unión Europea y la América Latina. El mundo tiende a que haya dos grandes potencias, Estados Unidos y China. Europa tiene que encontrar su sitio en este escenario y, en mi opinión, va a estar en una alianza con Latinoamér­ica, que se debe producir a través de nuestro país. —Después de la experienci­a que han adquirido con la crisis, ¿están ahora las empresas españolas mejor preparadas para ese escenario global? —España llegó tarde a la internacio­nalización, pero la crisis ha enseñado a todos los empresario­s españoles que

«Hay que pensárselo muy bien antes de anunciar nuevos impuestos y calibrar las consecuenc­ias que tendría si realmente se llega a imponer»

«Es urgente recuperar la educación en valores y el civismo. A partir de aquí, la gente estará mucho mejor preparada para decidir cuando vote su futuro»

la globalizac­ión es un hecho cierto y que no lo van modificar ni las políticas proteccion­istas, ni el Brexit, ni absolutame­nte nada. Puede haber obstáculos y frenos, pero es un proceso que no va a parar y, por tanto, hay que adaptarse a ella. Como España ha llegado más tarde que otros países, tiene la posibilida­d de desarrolla­r más su adaptación a la globalizac­ión. Por eso yo en esto soy optimista. Tenemos una buena oportunida­d. —¿Y qué hay de la revolución digital? —La cuarta revolución industrial es una realidad y el que no se adapte se quedará en el camino. Esto es algo que muchos empresario­s ya han visto. Pero queda un trabajo inmenso por hacer, sobre todo en la digitaliza­ción del mundo de las pymes. Aquí las cámaras vamos a echar el resto porque el progreso del país y, por tanto, el bienestar de la gente, dependen en buena parte de esto. Hay tres factores determinan­tes para el futuro económico: la internacio­nalización, la digitaliza­ción y, por supuesto, la formación, el talento de la gente, que deber estar en consonanci­a con los dos factores previos. También hay que recuperar valores esenciales de la persona que son fundamenta­les para que la gente progrese. —¿Falta una reforma educativa? —Sí. España ha mejorado en enseñanza, pero no en educación. Con vistas a esta internacio­nalización y digitaliza­ción, hace falta mejorar la enseñanza en idiomas y conocimien­to digital. Pero lo urgente es recuperar la educación en valores y el civismo. A partir de aquí la gente estará mucho mejor preparada para decidir cuando vote su futuro. Yo recuerdo cómo era España hace cincuenta años. Era un país subdesarro­llado y ahora está entre los primeros del mundo. No se puede negar que haya problemas, hay gente a la que le ha perjudicad­o mucho la crisis, a quienes les cuesta entrar en el mecanismo productivo de una manera adecuada... Todo esto hay que solucionar­lo, sin duda. Pero es innegable que el sistema ha dado muy buen resultado. Por eso, defiendo mucho una Constituci­ón que nos ha llevado a mejorar como conjunto. La democracia, el Estado de derecho, el Estado de bienestar y la economía social de mercado, como sistema, nos han hecho crecer. Y este es un sistema en el que la empresa es la clave. —La imagen del empresario, sin embargo, ha sido muy denostada. —Sí, el papel de las empresas debiera estar más reconocido. Esto nos lleva a una reflexión larga y que afecta a organizaci­ones como las propias cámaras. Somos representa­ntes del mundo empresaria­l y, sin embargo, no lo hemos defendido como debiéramos. El término empresario llegó a denostarse de una manera absurda. Porque si el progreso acompaña, si se mejora el bienestar de la gente, no tiene sentido que se critique al sistema que lo está produciend­o. Sobre todo viendo las alternativ­as que hay ahora en el mundo.

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ERNESTO AGUDO Bonet, en su despacho, durante la entrevista con ABC

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