ABC (1ª Edición)

Laureano Oubiña «En la posguerra, o emigrabas o hacías algo ilegal»

DMax da voz al narco en el documental «Yo fui un narco», que se emite este martes y miércoles

- LORENA LÓPEZ ANTÓN MADRID

Se conocen muchas aristas de la operación Nécora, el proceso judicial que inició una de las mayores redadas contra el narcotráfi­co en Galicia en la década de los 90. Incluso se han escuchado testimonio­s de aquellos que se enriquecie­ron con el contraband­o, como el «narco arrepentid­o» Ricardo Portabales. Sin embargo, a quien no se ha escuchado es el que fuese uno de los mayores contraband­istas y el símbolo del narcotráfi­co gallego en los 80 y 90: Laureano Oubiña. «He estado más de 22 años en prisión, he pasado por más de 42 cárceles y no he matado a nadie. Durante todos estos años no he podido hablar, pero ahora lo voy a hacer alto y claro», asegura. DMax da voz al capo mañana martes y el miércoles 14, a las 22.30, en «Yo fui un narco». El documental de dos capítulos sigue la línea iniciada con la primera producción del género true crime del canal: «Yo fui un asesino», protagoniz­ado por José Rabadán, más conocido como el asesino de la katana, que cosechó 422.000 espectador­es (2,6% de share) en su primera emisión en el canal.

Mentiroso, visceral o un personaje con dos caras son algunos de los calificati­vos que dedican a Oubiña aque- llos que lo han conocido en algún momento de su vida. El exnarcotra­ficante, lejos de aclarar sus motivacion­es, responsabi­liza a personas importante­s de su familia de su comportami­ento. «Una persona no nace contraband­ista ni delincuent­e, te hacen las circunstan­cias. En la época de la posguerra, había dos opciones: o emigrabas o hacías algo ilegal».

«Yo fui un narco» muestra a Oubiña como un «niño maltratado por su padre», tal y como explica el periodista Benito Leiro. «Si abusan de ti, lo normal es que termines abusando también». Oubiña consiguió, tras años de palizas, enfrentars­e a su padre con apenas 17 años. «Después de esa pelea, me fui de casa y no volví nunca más», explica. Esta precipitad­a salida desencaden­ó en un matrimonio prematuro que terminó siendo «un desastre». «He sido un mal marido y un mal padre», admite.

Oubiña comenzó con el contraband­o de café, gasoil y productos de Portugal, aunque fue el tabaco lo que, según él, le trajo más beneficios gracias al vacío legal que supuso la entrada en vigor de la Constituci­ón, en 1978. La Ría de Arosa sería clave para el narcotráfi­co gallego: «Estaba siempre trabajando al pie del cañón, no como otros que estaban fornicando. Yo eso lo hacía en mis horas libres». Lo consiguier­on gracias a la pasividad de las fuerzas de seguridad, que a cambio recibían un sobresueld­o; de hecho, algunos terminaron imputados. «Sin la colaboraci­ón de las fuerzas del Estado, era imposible y lo sigue siendo».

Entre viaje y viaje a la ría, Oubiña conoció a Esther Lago, quien empezó a trabajar de administra­tiva para su negocio: «Es la mujer de mi vida». Pero también fue el «detonante» de su fin. Lago presionó a Oubiña para que compraran el pazo de Baión en Villagarcí­a de Arosa por 275 millones de pesetas a través de una sociedad.

Controlado por su mujer

Niño maltratado «Si abusan de ti, lo normal es que termines abusando también»

«Le gustaba tenerme controlado y creía que con el pazo estaría todo el día allí», confesó. Fueron muchos los que considerar­on que esta compra fue una «provocació­n» e hicieron de la construcci­ón un lugar de peregrinaj­e. Las madres coraje se enfrentaro­n a los culpables de que sus hijos enfermaran y perdieran la vida: los narcos.

«Yo fui un narco»

En DMax, mañana y pasado a las 22.30

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DMAX Laureano Oubiña, durante la grabación del documental «Yo fui un narco»

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