ABC (1ª Edición)

LA CARNE QUEMADA

El talento es el arma preferida de Dios para asegurarno­s el progreso

- SALVADOR SOSTRES

Pensé en no ver la última temporada de House of Cards a modo de protesta por haber borrado a Kevin Spacey. Son los jueces y no la turba quienes tienen que establecer qué es delito y qué castigo merece. Los linchamien­tos son la gangrena de la libertad, la tiranía de las sociedades modernas.

Y el talento es el arma preferida de Dios para asegurarno­s el progreso. No podemos borrar el talento. Y no lo digo en defensa de Spacey, sino de la Humanidad, que necesita a sus genios para avanzar. No podemos borrar el talento. Es una profanació­n, una herejía, un sacrilegio. Y además es inútil porque todo en esta última temporada sin él, gira alrededor de su personaje: y la niña que interpreta a su viuda se pasa los capítulos odiándolo, añorándolo e imitándolo. Como los juegos sexuales entre androfóbic­as, que todos acaban remitiendo, de un modo u otro, a la virilidad fundamenta­l y redentora.

Spacey está en el alma de esta última temporada de House of Cards, que en cualquier caso pierde todo el peso y casi todo el interés sin su presencia física. Me gustaría que Harvey Weinstein produjera una película dirigida por Woody Allen y protagoniz­ada por Kevin Spacey en la boyante América de Donald Trump. No porque banalice los abusos ni porque piense que no se tienen que castigar, sino porque estas cuatro personas no han sido acusadas por ningún juez o tribunal de absolutame­nte nada, ni hay sentencia judicial en su contra que les inhabilite para hacer su trabajo tan bien como hasta ahora lo han venido haciendo.

Nada menos cierto, ni más estúpido, que la creencia de que este asunto va sobre la simpatía que podamos sentir por estos personajes públicos, o sobre la valoración moral que nos merezcan algunos rumores acerca de su conducta. Esto va sobre tu libertad individual y en su nombre tienes que alzarte contra los linchamien­tos, como otros se alzaron contra los comunismos o el nazismo, que también fueron linchamien­tos.

Es incómodo, es sucio y pueden ir a por ti como represalia. Pero no podemos ser los alemanes que olían la carne quemada y no decían nada.

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