LA ESTRUCTURA AUSENTE
En la sociedad de la información, el masaje es el mensaje
UMBERTO Eco sostenía que todo hecho cultural puede reducirse a un fenómeno semiótico y que, en sentido contrario, la semiótica siempre remite a la cultura. Incluso yendo más lejos, Eco llegó a acuñar el concepto de estructura ausente que, siguiendo las enseñanzas de Lévi-Strauss, es un código oculto que vertebra el hombre, la cultura y la naturaleza, indisociablemente ligados por lo simbólico.
No hay que ser muy perspicaz para darse cuenta de que las relaciones humanas están impregnadas de ese elemento simbólico, que se halla presente en todas nuestras acciones. Siempre hay un sentido no explícito, que va más allá de lo que se dice o se hace.
La metodología de Eco para analizar la comunicación o el arte vale también para la política y acaso sirve para revelar su naturaleza cuando observamos que cada día crece la importancia del relato y disminuye el peso de los programas y las ideas.
Esto lo reconoció implícitamente Carmen Calvo hace poco cuando estableció la sutil diferencia entre lo que dicen los políticos cuando están en el poder y cuando están en la oposición, que son cosas necesariamente distintas porque obedecen a un mensaje cambiante en función de los intereses.
La estructura ausente de la que hablaba el semiólogo italiano no es otra cosa que el relato que sustenta el discurso de cada fuerza política, que varía en cada momento y cada contexto porque, como muy bien sabía Maquiavelo, el fin justifica los medios.
No hay, por tanto, ninguna contradicción en afirmar que se rompe toda relación con la oposición y, pocas semanas después, en anunciar un pacto para repartirse la Justicia con esa fuerza política con la que nunca se iba a volver a negociar. Y no la hay porque el relato es siempre mudable y cambiante en función de las circunstancias.
Ese relativismo moral no sólo es conveniente sino que se convierte en una necesidad cuando se contempla la política como la respuesta momentánea a circunstancias siempre cambiantes en las que la acomodación a las nuevas realidades es un requisito esencial del relato.
La política se ha transmutado en la retórica de Aristóteles, que la consideraba como el arte de la persuasión a través del lenguaje. En ese sentido, los dirigentes españoles son consumados retóricos que manejan las palabras para elaborar un relato persuasivo que no apela a causas racionales sino a motivaciones sentimentales. No se defienden ideas sino que se conquistan votos.
Y ello es precisamente lo que miden las encuestas y las herramientas sociológicas, que se han convertido en termómetros de la seducción política. Si el PSOE ha subido cinco puntos desde junio, es que Sánchez lo está haciendo verdaderamente bien.
Como sostenía Eco, la política se ha convertido en un hecho semiótico cuyo significado remite a sí mismo porque no hay ninguna realidad fuera del lenguaje o, mejor dicho, del relato. En la sociedad de la información, el masaje es el mensaje.