INMORTALES O SIMPLES FAMOSOS
«Su momento es tan efímero que les hará desaparecer con un leve soplido de viento»
E Nmi último libro dediqué un capítulo a escribir sobre la inmortalidad, utilizando un tono a veces humorístico, enmarcado en crudas y ciertas realidades, siendo uno de los puntos controvertidos la confusión entre inmortalidad y simple fama. Para empezar hay que considerar que para alcanzar la inmortalidad uno tiene que haberse muerto, y eso casi nunca lo piensan todas aquellas personas, que son muchas, que aspiran a alcanzar esa condición y que casi en su totalidad son solo simples famosos o conocidos por la gente en mayor o menor grado.
También abordaba la reflexión de que los verdaderamente inmortales jamás han llegado a saber que lo son, pues murieron sin la más mínima sospecha de que iban a serlo, y los que se creen inmortales en vida, o aspiran a ser así considerados en el más allá, en su totalidad caen de su idílica atalaya, dándose de bruces contra el suelo. A todo ello, también se dan cuenta, o deberían, que ser inmortal es un asco, porque serlo solo sirve para que se forren los mortales a su costa y sean utilizados para que se lucren los demás.
Y viene esto a colación de todo ese conjunto de personajes que por su oportunismo o aprovechándose de la debilidad de nuestra coyuntura de país, de ilusiones generadas por mentiras y falsedades prodigadas durante años por los delirios de una parte de la sociedad catalana, o por una postura acomodaticia de la sociedad civil española después de vivir los mejores cuarenta años de nuestra historia gracias a una ya totalmente consolidada democracia, sueñan con ser famosos e inmortales.
Hemos sufrido la aparición en la escena mediática de auténticos desconocidos sin formación alguna que hasta hace poco descansaban en el gallinero del teatro y que, a empujones o por pura prestidigitación, han subido al escenario, como los Mas, Puigdemont, Torrent, Torra, Pascal, Artadi, Junqueras, Colau, Pissarello, Gabriel y tantos otros y otras en una convulsa Cataluña. Todos, en su escasa o nula formación política o profesional, han quedado deslumbrados por la fama de la prensa o las cámaras de televisión, y por tanto presentan candidatura a la mal entendida inmortalidad, cuando en realidad su momento es tan efímero que les hará desaparecer con un leve soplido de viento.
Y qué debe decirse del resto de España, cuya lista de famosos aspirantes a la inmortalidad sería tan larga que llenaría páginas enteras de nombres y cargos, al más puro estilo del ya obsoleto listín telefónico. Para no pecar de injusto en omisiones, o por no concentrar la crítica solo en los más visibles hoy, tan solo dejar a criterio e imaginación de los lectores el poner los nombres a la lista de puntos suspensivos. No obstante, es conveniente dejar constancia que parece que en España es primordial la discusión sobre tesis doctorales, másteres, plagios, grabaciones escandalosas, beneficios societarios y patrimoniales, así como el cultivo del desprestigio, que atacar los auténticos problemas del país, su integridad territorial y su necesario protagonismo internacional. Por todo ello y por encima de la fama o inmortalidad, que son bastante indeseables y arriesgadas, se ha creado el Foro España de la solidaridad y el progreso, con la voluntad, bien lejos de oportunismos y falsos y estériles protagonismos, de movilizar a la sociedad civil española en la defensa de un proyecto de nación integrador y compartido por todas las generaciones mediante acciones eficaces en el ámbito de la comunicación, la cultura, la educación y el pensamiento.
Es por tanto la meta del Foro España establecer un debate permanente de la sociedad civil para conseguir la mejora del bienestar de todos los ciudadanos por encima de su procedencia o ideas. Y en ese debate la sociedad española nos encontrará.