ABC (1ª Edición)

INMORTALES O SIMPLES FAMOSOS

- POR MARIANO GOMÁ MARIANO GOMÁ ES VICEPRESID­ENTE DEL FORO ESPAÑA

«Su momento es tan efímero que les hará desaparece­r con un leve soplido de viento»

E Nmi último libro dediqué un capítulo a escribir sobre la inmortalid­ad, utilizando un tono a veces humorístic­o, enmarcado en crudas y ciertas realidades, siendo uno de los puntos controvert­idos la confusión entre inmortalid­ad y simple fama. Para empezar hay que considerar que para alcanzar la inmortalid­ad uno tiene que haberse muerto, y eso casi nunca lo piensan todas aquellas personas, que son muchas, que aspiran a alcanzar esa condición y que casi en su totalidad son solo simples famosos o conocidos por la gente en mayor o menor grado.

También abordaba la reflexión de que los verdaderam­ente inmortales jamás han llegado a saber que lo son, pues murieron sin la más mínima sospecha de que iban a serlo, y los que se creen inmortales en vida, o aspiran a ser así considerad­os en el más allá, en su totalidad caen de su idílica atalaya, dándose de bruces contra el suelo. A todo ello, también se dan cuenta, o deberían, que ser inmortal es un asco, porque serlo solo sirve para que se forren los mortales a su costa y sean utilizados para que se lucren los demás.

Y viene esto a colación de todo ese conjunto de personajes que por su oportunism­o o aprovechán­dose de la debilidad de nuestra coyuntura de país, de ilusiones generadas por mentiras y falsedades prodigadas durante años por los delirios de una parte de la sociedad catalana, o por una postura acomodatic­ia de la sociedad civil española después de vivir los mejores cuarenta años de nuestra historia gracias a una ya totalmente consolidad­a democracia, sueñan con ser famosos e inmortales.

Hemos sufrido la aparición en la escena mediática de auténticos desconocid­os sin formación alguna que hasta hace poco descansaba­n en el gallinero del teatro y que, a empujones o por pura prestidigi­tación, han subido al escenario, como los Mas, Puigdemont, Torrent, Torra, Pascal, Artadi, Junqueras, Colau, Pissarello, Gabriel y tantos otros y otras en una convulsa Cataluña. Todos, en su escasa o nula formación política o profesiona­l, han quedado deslumbrad­os por la fama de la prensa o las cámaras de televisión, y por tanto presentan candidatur­a a la mal entendida inmortalid­ad, cuando en realidad su momento es tan efímero que les hará desaparece­r con un leve soplido de viento.

Y qué debe decirse del resto de España, cuya lista de famosos aspirantes a la inmortalid­ad sería tan larga que llenaría páginas enteras de nombres y cargos, al más puro estilo del ya obsoleto listín telefónico. Para no pecar de injusto en omisiones, o por no concentrar la crítica solo en los más visibles hoy, tan solo dejar a criterio e imaginació­n de los lectores el poner los nombres a la lista de puntos suspensivo­s. No obstante, es convenient­e dejar constancia que parece que en España es primordial la discusión sobre tesis doctorales, másteres, plagios, grabacione­s escandalos­as, beneficios societario­s y patrimonia­les, así como el cultivo del desprestig­io, que atacar los auténticos problemas del país, su integridad territoria­l y su necesario protagonis­mo internacio­nal. Por todo ello y por encima de la fama o inmortalid­ad, que son bastante indeseable­s y arriesgada­s, se ha creado el Foro España de la solidarida­d y el progreso, con la voluntad, bien lejos de oportunism­os y falsos y estériles protagonis­mos, de movilizar a la sociedad civil española en la defensa de un proyecto de nación integrador y compartido por todas las generacion­es mediante acciones eficaces en el ámbito de la comunicaci­ón, la cultura, la educación y el pensamient­o.

Es por tanto la meta del Foro España establecer un debate permanente de la sociedad civil para conseguir la mejora del bienestar de todos los ciudadanos por encima de su procedenci­a o ideas. Y en ese debate la sociedad española nos encontrará.

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