Alarma en el Reino Unido ante la implantación de microchips
La patronal y los sindicatos alertan ante la creciente demanda de chips para «mejorar la seguridad y eficiencia» de los empleados
La británica BioTeq y la sueca Biohax ofrecen sus microchips a varias empresas
Tiene el tamaño de un grano de arroz y se inserta bajo la piel, en la zona situada entre los dedos pulgar e índice. Similares a los que se colocan en las mascotas para su identificación, permiten a sus usuarios abrir la puerta de casa, acceder a la oficina, arrancar el coche con un simple movimiento de mano o almacenar el historial médico. Los microchips con tecnología de identificación por radiofrecuencia (RFID) no solo están sustituyendo a las tarjetas de acceso al trabajo o, incluso, a los billetes de tren; con el tiempo, podrían sustituir al documento de identidad.
En el Reino Unido, BioTeq está ofreciendo a las grandes compañías la implementación de esta tecnología en sus trabajadores, mientras que los suecos de Biohax, líderes en el sector, acaban de anunciar que se encuentran en negociaciones con diversas financieras y bufetes de abogados para que sus empleados comiencen a portar sus microchips. Todo ello ha provocado una seria advertencia por parte de la patronal y de los sindicatos, por más que los defensores de esta práctica justifiquen que se trata de «mejorar la seguridad y la eficiencia» de los trabajadores.
Precisamente esas son las premisas que vende Biohax, que tiene previsto abrir una oficina en Londres. Asegura que 4.000 de sus asalariados ya utilizan esta tecnología –cada chip vale 170 euros–, la mayoría en Suecia. De hecho, Biohax se ha aliado con la empresa ferroviaria estatal Statens Järnvägar para que sus clientes puedan viajar por toda la red de trenes del país con estos implantes en lugar de los billetes al uso.
Las cifras que maneja la británica BioTeq también son para tener en cuenta. Cada uno de sus chips tiene un coste de entre 80 y 290 euros, y un portavoz de la compañía ha explicado que ya se han colocado 150 de ellos en territorio británico, comenzando por Steven Northam, fundador y propietario de BioTeq, y siguiendo por sus principales ejecutivos. Varios empleados, además, han sido trasladados a España, Francia, Alemania, Japón y China como parte de un programa de pruebas.
Tanto la Confederación de la Industria Británica (CBI) como el Congreso de Sindicatos (TUC) de Reino Unido han expresado su preocupación ante la perspectiva de que sea esta una práctica habitual en las principales empresas del país. Un portavoz del CBI ha asegurado en diversos medios británicos que no están por la labor de apoyar la implantación de microchips. «Aunque la tecnología está cambiando la forma en que trabajamos, las empresas deberían concentrarse en prioridades más inmediatas y en la participación de sus empleados».
Para los sindicatos todo se reduce a una forma más de control por parte de los directivos: «El microchip le daría a los jefes aún más poder sobre sus trabajadores. Hay riesgos obvios y los empleadores no deben ignorarlos, ni presionar al personal para que acceda a implantarse un microchip», asegura un portavoz del Congreso de Sindicatos.