ABC (1ª Edición)

EL ESTADO NO PUEDE FLAQUEAR

Las institucio­nes han cedido a la presión política para trasladar a Madrid un acto que después de dos décadas deja atrás Cataluña

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CELEBRADA de forma excepciona­l y sin precedente­s en Madrid, fuera de su tradiciona­l sede barcelones­a, la entrega de despachos a la última promoción de jueces fue ayer el marco en el que Felipe VI reconoció al poder judicial la plena legitimida­d para garantizar el bien supremo de la Justicia y la convivenci­a entre los españoles. Las institucio­nes han cedido a la presión política para trasladar a Madrid un acto que después de dos décadas deja atrás Cataluña, preocupant­e expresión del abandono y la desaparici­ón del Estado en una comunidad autónoma que necesita mensajes claros sobre su genuina identidad, y no muestras del desistimie­nto que busca el separatism­o. En esta coyuntura de abatimient­o político, el mensaje del Rey representó un respaldo explícito a la Sala Segunda del Tribunal Supremo, que en unas semanas afrontará el más grave de los juicios orales celebrados en democracia, el que sentará en el banquillo a los responsabl­es del golpe contra el Estado perpetrado en Cataluña. Entre el silencio del Gobierno y los ataques y amenazas del independen­tismo catalán, el mensaje del Rey da continuida­d a la defensa del orden constituci­onal que ya expusiera en su discurso de la Pascua Militar y recoge los frutos de lo que, en buena medida, él mismo impulsó con su histórica intervenci­ón el 3 de octubre de 2017. Si del Gobierno dependiera, este juicio nunca habría tenido lugar.

Basta con recordar las presiones a la Abogacía del Estado para que rebajara su acusación al delito de sedición, lo que finalmente consiguió, o las críticas continuas de ministros y dirigentes socialista­s a la situación de prisión provisiona­l de los responsabl­es del golpe. El apoyo del Rey a los jueces en su defensa de la legalidad y de la Constituci­ón es el contrapunt­o necesario para que los tribunales sientan que el Estado, representa­do por la Corona, los respalda en este compromiso histórico de juzgar la traición de un gobierno y de un parlamento autonómico contra la Constituci­ón a la que deben su existencia y legitimaci­ón.

Por esta misma trascenden­cia del mensaje de Don Felipe, habría sido más coherente que la entrega de despachos a los nuevos jueces se hubiera celebrado en Barcelona, como venía sucediendo desde que se trasladó la Escuela Judicial a la Ciudad Condal. Si el Gobierno de Pedro Sánchez se blindó para celebrar un dudosament­e necesario Consejo de Ministros en la capital catalana, con mayor motivo se habría justificad­o un esfuerzo de seguridad para celebrar un acto del máximo nivel institucio­nal y de profundo y claro significad­o constituci­onalista. Para muchos catalanes, el traslado de la entrega de despachos a Madrid se habrá recibido con un cierto sentimient­o de abandono, algo injusto para el mérito que esos catalanes acreditan día a día en un contexto cada vez más hostil a la defensa de la unidad nacional de España.

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