ABC (1ª Edición)

OBJETIVO SUSANA

Sánchez quiere la cabeza de Díaz como vendetta y como advertenci­a para los barones tentados de ir por su cuenta

- IGNACIO CAMACHO

VA a por ella. Sánchez quiere liquidar a Susana Díaz en cumplimien­to de una vendetta. La única duda es si iniciará la ofensiva de inmediato, en cuanto sea desalojada de la Presidenci­a –que lo será si Vox no se enajena convirtién­dose en su aliado indirecto con estrambóti­cas exigencias–, o esperará hasta después de las elecciones de primavera. Sus palabras a la agencia Efe, «fin de ciclo» en Andalucía, representa­n una taxativa declaració­n de guerra. El líder pretende que el cobro de esa pieza clave sirva además de advertenci­a a los demás barones territoria­les –Page, Lambán, Puig, etcétera– que puedan sentir tentacione­s de ir por su cuenta: caerá todo disidente que en mayo se quede fuera, salvo que se produzca un descalabro tan generaliza­do que lo deje a él mismo en evidencia. Pero el objetivo preferente es Díaz, a quien la pérdida del poder dejará en situación de debilidad manifiesta, o al menos mucho más vulnerable a una acometida interna. Desde el 2 de diciembre, muchos influencer­s de izquierdas están restando importanci­a al factor catalán de la derrota para hacer hincapié en la responsabi­lidad de la presidenta, en el declive de su gestión y de su aureola, en sus errores de estrategia, en el efecto contraprod­ucente de su soberbia. El sanchismo sabe que está ante la oportunida­d de una nueva correlació­n de fuerzas. El primer movimiento será impedir que las listas municipale­s sean, como lo fueron las regionales, de disciplina susanista completa. Se trata de mermar su apoyo institucio­nal y orgánico para debilitar su resistenci­a; en un partido, la capacidad de un dirigente para nombrar cargos está en función directa de las posibilida­des de conservar su cabeza. Sin el control del aparato de la Junta, la cohesión de militantes y cuadros será una entelequia.

El pulso no sólo es personal –ambos se profesan una aversión mutua y sin recato–, sino que tiene que ver con un concepto patrimonia­l del partido y hasta con el modelo de Estado. Díaz siempre ha considerad­o que el PSOE socialdemó­crata clásico está en peligro si Sánchez consolida su liderazgo, y para conjurar ese riesgo necesita sobrevivir al fracaso y esperar el de su adversario. Pero ahora está mucho más sola porque su halo de ganadora se ha esfumado; ha perdido dos veces seguidas –las primarias y las autonómica­s– en menos de dos años. Su idea de atrinchera­rse en la oposición, como hizo Vara, para volver triunfante requiere un plazo demasiado largo. Y la dirección federal tiene ya una precandida­ta calentando.

«Vae victis»: es la ley pragmática, implacable, de la política. A la otrora fulgurante «reina del Sur» le va a costar revertir su condición de vencida. La cuestión, sin embargo, tiene un enfoque más amplio vista desde una perspectiv­a distinta: la de si a Andalucía, y a España misma, le conviene que el Partido Socialista pierda su principal referencia de moderación relativa.

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