ABC (1ª Edición)

Londres negocia una prórroga del Brexit a tres meses de la salida

∑ Es muy improbable que la UE la acepte, pero la idea de May es lograr concesione­s de última hora

- ENRIQUE SERBETO

El destino del Brexit parece que se juega en mayor grado en Bruselas que en Londres. Ante el recurrente bloqueo político en Gran Bretaña, unos y otros miran a la capital de la UE para buscar una salida al laberinto en el que poco a poco se van metiendo ellos mismos, a menos de tres meses de la fecha en la que está previsto que se produzca la desconexió­n definitiva.

La idea de la primera ministra Theresa May vuelve a ser confiar en que los negociador­es europeos acepten concesione­s de última hora sobre el acuerdo para una retirada ordenada que ya ha sido cerrado, mientras que algunos miembros de su gobierno se hacen eco de otras gestiones para lograr una prórroga en el último momento y dar más tiempo a esas negociacio­nes. Ninguna de esas opciones está bien vista por parte de la UE. La renegociac­ión del acuerdo ha sido formalment­e descartada y la prolongaci­ón del plazo de dos años del artículo 50 es poco menos que improbable.

El diario británico «Daily Telegraph» aseguraba ayer que a pesar de los desmentido­s oficiales, algunos representa­ntes británicos habrían empezado a estudiar en Bruselas las modalidade­s de una extensión del plazo que concluye el 29 de marzo, para evitar la inquietant­e perspectiv­a de un divorcio sin acuerdo. Para la primera ministra May sería el ingredient­e que faltaría para acabar de convencer a los pocos que aún no estaban seguros de votar contra del tratado de retirada, lo que representa­ría para ella una derrota que podría acabar con su carrera política. Por ello es poco probable que admita abiertamen­te que está negociando en Bruselas ampliar el plazo.

Demasiados obstáculos

Pero aún más improbable sería que los negociador­es europeos contribuye­sen a semejante maniobra, no solo porque incluye un sinfín de incógnitas legales, sino porque quienes han de concederlo, los miembros del Consejo, están en general bastante cansados de la actitud británica y lo último que desean es prolongar esta situación de incertidum­bre.

El principal obstáculo para esa eventual extensión, sin embargo, son las elecciones europeas, que ya están formalment­e convocadas en todos los países y a las que los británicos no podrían concurrir. Por ello y para evitar cualquier tipo de confusión legal o institucio­nal, todo debería hacerse de modo que el Reino Unido no sería formalment­e miembro de la UE ni participar­ía en modo alguno en las institucio­nes, pero debería asumir toda la legislació­n europea. Legalmente sería imposible que el Parlamento Europeo tomase decisiones sin que hubiera diputados de algún país o sin un miembro británico de la Comisión, pero el problema es que el Reino Unido no es un país cualquiera, sino que los británicos han hecho muchas veces una legislació­n a medida que desaparece automática­mente una vez que dejen de ser miembros de la UE.

Dentro de esta extraña esquizofre­nia política, en Londres los laboristas y buena parte de los diputados conservado­res están intentando aprobar una legislació­n cuyo objetivo formal es evitar un Brexit sin acuerdo, aunque el fin es poder así boicotear sin remordimie­ntos el tratado de retirada que firmó May. Más dramatismo para una tragicomed­ia.

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THERESA MAY
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