Londres negocia una prórroga del Brexit a tres meses de la salida
∑ Es muy improbable que la UE la acepte, pero la idea de May es lograr concesiones de última hora
El destino del Brexit parece que se juega en mayor grado en Bruselas que en Londres. Ante el recurrente bloqueo político en Gran Bretaña, unos y otros miran a la capital de la UE para buscar una salida al laberinto en el que poco a poco se van metiendo ellos mismos, a menos de tres meses de la fecha en la que está previsto que se produzca la desconexión definitiva.
La idea de la primera ministra Theresa May vuelve a ser confiar en que los negociadores europeos acepten concesiones de última hora sobre el acuerdo para una retirada ordenada que ya ha sido cerrado, mientras que algunos miembros de su gobierno se hacen eco de otras gestiones para lograr una prórroga en el último momento y dar más tiempo a esas negociaciones. Ninguna de esas opciones está bien vista por parte de la UE. La renegociación del acuerdo ha sido formalmente descartada y la prolongación del plazo de dos años del artículo 50 es poco menos que improbable.
El diario británico «Daily Telegraph» aseguraba ayer que a pesar de los desmentidos oficiales, algunos representantes británicos habrían empezado a estudiar en Bruselas las modalidades de una extensión del plazo que concluye el 29 de marzo, para evitar la inquietante perspectiva de un divorcio sin acuerdo. Para la primera ministra May sería el ingrediente que faltaría para acabar de convencer a los pocos que aún no estaban seguros de votar contra del tratado de retirada, lo que representaría para ella una derrota que podría acabar con su carrera política. Por ello es poco probable que admita abiertamente que está negociando en Bruselas ampliar el plazo.
Demasiados obstáculos
Pero aún más improbable sería que los negociadores europeos contribuyesen a semejante maniobra, no solo porque incluye un sinfín de incógnitas legales, sino porque quienes han de concederlo, los miembros del Consejo, están en general bastante cansados de la actitud británica y lo último que desean es prolongar esta situación de incertidumbre.
El principal obstáculo para esa eventual extensión, sin embargo, son las elecciones europeas, que ya están formalmente convocadas en todos los países y a las que los británicos no podrían concurrir. Por ello y para evitar cualquier tipo de confusión legal o institucional, todo debería hacerse de modo que el Reino Unido no sería formalmente miembro de la UE ni participaría en modo alguno en las instituciones, pero debería asumir toda la legislación europea. Legalmente sería imposible que el Parlamento Europeo tomase decisiones sin que hubiera diputados de algún país o sin un miembro británico de la Comisión, pero el problema es que el Reino Unido no es un país cualquiera, sino que los británicos han hecho muchas veces una legislación a medida que desaparece automáticamente una vez que dejen de ser miembros de la UE.
Dentro de esta extraña esquizofrenia política, en Londres los laboristas y buena parte de los diputados conservadores están intentando aprobar una legislación cuyo objetivo formal es evitar un Brexit sin acuerdo, aunque el fin es poder así boicotear sin remordimientos el tratado de retirada que firmó May. Más dramatismo para una tragicomedia.