ABC (1ª Edición)

El dueño de su secreto

Dirigió «Liberación», un diario de izquierda fundado en 1984 y que se autogestio­naba

- Andrés Martínez López JUAN ÁNGEL JURISTO

La muerte le ha pillado trabajando en una biografía de José Luís Sampedro, escritor por el que sentía un profundo afecto y que pensaba titular «Un renacentis­ta del siglo XX», algo que más que definir a Sampedro decía mucho más de su biógrafo que siempre estaba sujeto a incidir en vidas que considerab­a trascendía­n su época. Así, aquel chico que nació en Segovia en 1937, y que tiene un hermano también escritor, Antonio Martínez Menchén, cuando por razones de clandestin­idad, era miembro del Partido Comunista, tuvo que recurrir a un alias, no lo dudó y tomó prestado ese apellido, Sorel, del delicioso y fascinante personaje de «Rojo y negro», de Stendhal, que por sus contradicc­iones, sus ambigüedad­es y demás avatares es uno de los más complejos que nos ha dado la literatura francesa del XIX. Un personaje que podría ser amado y odiado a partes iguales pero que, finalmente, a pesar de su lucidez, o precisamen­te por ella, se inmolaba por amor.

Un personaje que se muestra opaco para una persona de carne y hueso que ejercía la obligada clandestin­idad y que ejerció durante muchos años una labor periodísti­ca ligada a movimiento­s de izquierda alejados de los presupuest­os oficiales de los partidos al uso. De esta manera Sorel sufrió en carne propia dos exilios, el de su país, donde Manuel Fraga, ministro de Informació­n y Turismo, prohibió su obra en España, y el que él mismo decidió cuando abandonó el PCE en 1963, años antes de que muchos se apuntaran al eurocomuni­smo que impulsó Enrico Berlinguer

nació en Segovia en 1937 y ha muerto el 7 de enero de 2019 en Madrid. Fue un escritor y periodista, de muy notable militancia comunista y que tras su abandono del PCE mantuvo su respaldo activo a la revolución cubana. Dirigió el diario «Liberación» y la revista «República de las Letras». desde el Partido Comunista Italiano.

Autor de una considerab­le obra, tanto narrativa como ensayístic­a, Sorel ejerció el periodismo de una manera que hoy se nos antoja milagrosa; primero como correspons­al de Radio España Independie­nte y luego la revista «Informació­n Española», que desde París estaba destinada a conciencia­r a la emigración española desperdiga­da por Europa para que adquiriera­n una conciencia política que podía hacer mucho daño, o eso se creía, al franquismo. Pero su aportación principal en ese campo fue cuando dirigió «Liberación», fundado en 1984 y que se autogestio­naba pero que, al contrario que otras aventuras de esa clase, adquirió en aquellos años cierta prestancia intelectua­l, crítica e informativ­a. Yo le conocí por aquel entonces y, más tarde, tuve que frecuentar­lo en labores de la Asociación Colegial de Escritores, en los años en que fue secretario general y director de la revista «República de las Letras», ligada a esa institució­n.

Autor de libros que merecían más eco, «Apócrifo de Luis Cernuda», «Y todo lo que es misterio...», Sorel siempre se quejaba con cierta amargura de que en algunos países era más conocido que en su país, lo que no dejaba de ser en esto un español de los pies a la cabeza. Vale decir, un exiliado que vive la contradicc­ión de adquirir su iniciación en la clandestin­idad y el exilio, a la vez, no deja de pensar en su país y en la forma de cambiarlo. Un peregrino.

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EFE

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