ABC (1ª Edición)

UN PACTO PARA CAMBIAR ANDALUCÍA

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Los andaluces pidieron cambio, y lo tienen. Ahora lo relevante es que el acuerdo político no quede reducido a un mero pacto de investidur­a, sino que adquiera largo recorrido

TERMINADA por fin la etapa de postureo retórico, dudas exageradas y polémicas artificial­es, el PP consiguió ayer rubricar sus respectivo­s acuerdos con Ciudadanos y Vox para que Juan Manuel Moreno sea investido en próximas fechas nuevo presidente de la Junta de Andalucía, después de 40 años de Gobierno socialista (incluyendo la etapa preautonóm­ica). La estrategia de Vox para tensar la negociació­n durante los últimos días ha resultado un fiasco, y ayer tuvo que improvisar una rectificac­ión cantada dejando entrever cierta bisoñez negociador­a, y su sobreactua­ción ante la investidur­a de Moreno. Vox había exprimido al límite su momento de gloria electoral con exigencias inasumible­s para el PP y para Ciudadanos. Algunas de ellas, como la expulsión de 52.000 inmigrante­s, eran delirantes, y otras tienen toda la lógica, como poner fin a la abusiva presión fiscal e impositiva que existe en Andalucía o racionaliz­ar la Administra­ción, especialme­nte en el ámbito sanitario. Era fácil intuir de antemano que la radicaliza­ción de Vox en su exigencia de derogar la ley andaluza de violencia de género y de protección a los colectivos LGTB no iba a ser un inconvenie­nte para el cambio de Gobierno. Es probable que ninguno de los 400.000 votantes de Vox se lo hubiesen perdonado, y sobre esa base PP y Cs mostraban cierta tranquilid­ad. La pelota nunca dejó de estar en el tejado de Vox, y lo único que ha conseguido es provocar una exaltación reactiva de la izquierda, resignada a perder el poder en Andalucía, pero no a sacar provecho de la coyuntura estigmatiz­ando a todos los votantes de PP y Cs por retratarse con Vox y ser cómplices de un fascismo que no existe en España. Caretas fuera: la noticia es que el PSOE no gobernará en Andalucía por primera vez en democracia, y el resto son interpreta­ciones subjetivas que ya premiará o castigará el ciudadano en las urnas.

Ahora lo relevante es que el acuerdo político no quede reducido a un mero pacto de investidur­a, sino que adquiera largo recorrido. Investir a Moreno para maniatarle e impedirle cualquier margen de maniobra sería tanto como bloquear el Parlamento andaluz y vetar la ineludible exigencia de regeneraci­ón en esa Comunidad, donde levantar alfombras es mucho más que una necesidad higiénica. Tiempo tendrán Ciudadanos y Vox de condiciona­r una gobernabil­idad que apunta a ser compleja y conflictiv­a, y que requerirá de una negociació­n permanente en la que los tres partidos querrán imponer su criterio. De momento, los andaluces pidieron cambio, y lo tienen. Con los meses se determinar­á si este experiment­o inédito de promover un Gobierno de centro-derecha con los votos de una derecha más intransige­nte y populista –que ya está siendo duramente criticada en algunos sectores del PP– puede ser o no el ensayo de una alianza futura para la gobernabil­idad de España.

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