Una crisis sin salida
«Padecemos una creciente crisis humanitaria y de seguridad en la frontera sur del país. Cada día miles de inmigrantes ilegales intentan entrar en nuestro país y no podemos acogerles ni devolverlos de forma rápida a su país». Esta fue la yema de los nueve minutos que duró el primer mensaje que Donald Trump dirigió a la nación desde el Despacho Oval, 540 segundos en los que el presidente estadounidense lanzó un ultimátum a los demócratas para que acepten la construcción inmediata de un muro en la frontera con México. Menos aún tardaron los principales líderes demócratas en rechazar el reto presidencial, prolongando el cierre de la administración hasta un plazo récord. Los discursos cruzados y antagónicos de Trump y los demócratas no añaden nada nuevo a un bloqueo político sin precedentes en la historia reciente del país. El domingo se cumplirán veintidós días de cierre administrativo, que será entonces el más largo jamás ocurrido. Más de 800.000 funcionarios no perciben salario alguno. Trump se niega a ratificar los presupuestos si no le dan 5.700 millones de dólares (5.000 millones de euros) para acabar una valla que ya abarca unos 1.000 kilómetros de frontera. Y los demócratas, por su parte, no quieren saber nada del muro y se refieren a este cierre como «el cierre de Trump». Entre el muro y el cierre, la política estadounidense no encuentra la salida.