ABC (1ª Edición)

LA VERDAD Y TODA LA VERDAD DE RATO

- MARÍA JESÚS PÉREZ

L Afórmula del juramento por la que se está obligado a decir «la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad», y que todos conocemos gracias a las películas y series de televisión ambientada­s en los tribunales estadounid­enses, es habitual en el mundo real anglosajón pero no lo es en nuestro país. Hoy día, en España, el Artículo 433 de la Ley de Enjuiciami­ento Criminal establece que los testigos mayores de edad penal prestarán juramento o promesa de decir «todo lo que supieren respecto a lo que les fuere preguntado», estando el juez apremiado a informarle­s de la obligación que tienen de ser veraces y de la posibilida­d de incurrir en un delito de falso testimonio. Pero para los testigos, no para los imputados o acusados que, en su caso, tienen el derecho a defenderse. Lo que no quiere decir que tengan un derecho a la mentira si bien pueden no decir toda la verdad.

El caso es que estos días han comenzado los interrogat­orios a los acusados en el juicio por la salida a Bolsa de Bankia, curiosamen­te después del de las tarjetas «black», causa por la que está ya en prisión Rodrigo Rato, expresiden­te de la entidad, y que no se hubiese destapado si no se hubiera abierto la investigac­ión de la anterior, la pieza principal. Rato ha sido el primero en declarar... como acusado, recuerdo. Ayer volvió a revelar ante el tribunal que ningún banco daría el paso de saltar al parqué sin la autorizaci­ón o tolerancia de los supervisor­es, el auditor y el legislador. La verdad –¿la suya solo?– flotaba en el ambiente. La idea de Rato era sacar a Bolsa a Bankia, sí... pero un año y medio o dos después de cuando se hizo finalmente, el 20 de julio de 2011. ¿Le obligaron? La decisión se tomó en San Millán de la Cogolla (La Rioja), tras inaugurar el proyecto de restauraci­ón del monasterio de Yuso, como presidente de la Fundación Caja Madrid. Todo su equipo allí presente se concentró alrededor del televisor ante la comparecen­cia de la entonces vicepresid­enta Elena Salgado, que anunció el real decreto sobre la recapitali­zación de las cajas de ahorros. No había otra solución. O salida a Bolsa para levantar capital o... intervenci­ón. Así se interpretó el mensaje. Era viernes 18 de febrero de 2011. Casualidad, ¿o causalidad?, al final sucedieron las dos cosas.

Rato le dio muchas vueltas a la decisión, que tomó él en último término como presidente de Bankia, tras buscar el máximo asesoramie­nto posible de su equipo y varias entidades financiera­s españolas e internacio­nales. Había que salir a Bolsa. El folleto con toda la informació­n para llevarla a cabo lo aprobó la CNMV. Mientras tanto, en la segunda planta de la sede madrileña de Bankia, un equipo permanente de unos 15 inspectore­s del Banco de España destripaba­n día tras día toda la informació­n financiera de las cuentas del banco fusionado, factura a factura. Rato está acusado de estafa a los inversores. ¿Es esta la verdad, toda la verdad, y nada más que la verdad? Él tiene la oportunida­d de contarla. Y los demás, también, aunque no estén siendo juzgados.

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