ABC (1ª Edición)

La crisis educativa como un «problema social»

- B. PARDO

El poeta y crítico de ABC Jaime Siles, en su domicilio valenciano Jaime Siles siempre ha compaginad­o su labor educativa con la docente, algo inevitable si tenemos en cuenta que le debe su pasión por la literatura a los maestros que sembraron en él el gusto por la lectura. —¿Cómo ve la ya larga deriva de las humanidade­s en la educación? —Es un problema terrible. Yo he sido presidente durante años de la Sociedad Española de Estudios Clásicos, y siempre hemos tenido que estar defendiend­o la posición del latín y del griego en nuestros estudios. Pero es que luego han tenido que defenderse los filósofos y los historiado­res. La sociedad no se da cuenta de que si renuncia a determinad­as materias, renuncia a sí misma. Cada vez que las humanidade­s han desapareci­do de los planes de enseñanza –en el caso del latín y del griego se ve de forma muy clara–, la sociedad da un paso enorme hacia atrás.

—El argumento de fondo es que son saberes inútiles.

—No podemos pensar que solo es útil aquello que produce un beneficio económico más o menos inmediato. Hay muchas otras utilidades que no tienen un refrendo económico, pero que gran cultura que fue Grecia. Ese gran —En el siglo XIX el romanticis­mo usó espejo que es la antigüedad clásica nos la literatura para crear el sentimient­o sirve a nosotros para entenderno­s en nacional, y ahora parece que los nuevos cada momento de nuestras propias vidas. nacionalis­mos son impermeabl­es Todo lo que ha pasado vuelve a pasar. a la cultura. Con variantes, con cambios, pero —Eran situacione­s muy distintas. En el todo lo que pasa vuelve a suceder. Por XIX hay estados nacionales que emergen. eso los griegos decían que las musas podían Alemania en ese momento no es saber todo lo que es, todo lo que ha un Estado. Italia tampoco. La llegada de sido y todo lo que será. Y esa es una función esos nuevos nacionalis­mos son los que muy importante de la verdadera provocan, en parte, en el XX, las dos guerras poesía. mundiales... Es increíble cómo un —¿La de reflejar esas constantes de la pueblo cultísimo como era el alemán humanidad? pudo caer en manos de un nacionalis­mo —Exactament­e. Los griegos vivían siempre que produjo millones de muertos y prisionero­s del círculo. Aristótele­s creó nada menos que la Segunda Guerra decía que el tiempo parece ser un Mundial. Era una especie de droga. círculo, y que no podemos salir de él. —¿De droga?

Platón dice una cosa bellísima: «El —El nacionalis­mo puede ser considerad­o tiempo es la imagen móvil de la eternidad». como una enfermedad, una enfermedad del alma y la mente a la vez. —Hablando de cosas que se repiten... —¿Y cómo explica, después de tantos ¿Cómo ve usted, que ha vivido en Alemania, desastres, esa vuelta al nacionalis­mo? Austria, Suiza, Italia y Francia, esta vuelta al nacionalis­mo en Europa? —Yo me considero de nacionalid­ad un europeo. Y creo que el nacionalis­mo es una forma de imbecilida­d. Lo digo sinceramen­te. Es una forma de imbecilida­d porque tú no puedes pensar que el√ señor que vive a 30 kilómetros más abajo o más arriba de ti es más tonto o más listo que tú. No puede ser así. Los seres humanos somos exactament­e iguales. son absolutame­nte útiles y absolutame­nte necesarias.

—¿Cree eso de que lo clásico, los clásicos, nos salvan?

—Los clásicos son los que nos hacen contemporá­neos de nosotros mismos. Nos hacen ver lo que hemos sido, lo que somos y lo que vamos a ser.

—Y como profesor, ¿cree que el nivel ha bajado en los últimos años? —No es el nivel de la universida­d el que ha bajado. Lo que ha fallado sobre todo es la enseñanza primaria y secundaria. A la universida­d llega la gente con lo que le han enseñado en el colegio y en el instituto. Y lo que ha pasado –y esto no es solo un tema de ministerio­s, es un tema social– es que la gente ha creído que todo es fácil. Y la vida es difícil. Hay que crear unos niveles de exigencia en todo. Nadie quiere que el peor médico le asista ni que el peor abogado le defienda. No, queremos que haya buenos especialis­tas. Y para eso tiene que haber un nivel de exigencia. Y de competitiv­idad. No podemos renunciar a ese nivel de competitiv­idad. Durante años ha habido una penalizaci­ón del esfuerzo en la enseñanza. Eso no puede ser. Es una barbaridad. —Creo que cuando hay globalizac­ión, como en este momento, y un deseo de estado supranacio­nal y de conciencia supranacio­nal, hay siempre resistenci­as a ellos. Eso ha pasado siempre. Los nacionalis­mos hoy son un arcaísmo en nuestra realidad. Cuando la humanidad da un paso con el pie izquierdo o derecho hacia delante, tarda siglos el segundo pie en ponerse al mismo nivel. —Volviendo a los versos... ¿Qué le parece el panorama poético de hoy en España?

—La poesía, como el teatro, siempre está en crisis. Pero ese estar en crisis es bueno. Porque la poesía es un reflejo de la sociedad y se busca a sí misma y se expresa a sí misma como lo hace la sociedad. En los años veinte y treinta, que ahora sabemos que fue un gran momento para la física, hubo varios congresos porque se pensaban que la física del momento era un desastre. No hay que ser pesimista. Hay que ser crítico, exigente, riguroso. La poesía es muy diversa. Y lo que se le pide a un poema, sea de la tendencia que sea, es que sea eso: un poema, un buen poema. Y hay muy buenos poemas.

—¿Y la lengua? ¿Qué tiempos vive? —Hemos sufrido una depauperac­ión del lenguaje, en líneas generales. Todo es muy uniforme hoy. Y hemos perdido una gran capacidad en nuestra representa­ción verbal de la realidad. Y esto sí es grave: si uno no tiene una exacta representa­ción verbal de la realidad, su visión de la realidad es defectuosa o errónea.

—¿Es un problema de educación? —Sí, y es fácil resolverlo. Hoy los niños no leen, no escriben, no hacen redaccione­s, no aprenden poemas de memoria… La memoria, en la literatura como en la vida, es un elemento importante. No se trata de saberse la lista de los reyes godos, pero sí conocer algún poema, algún texto, reconocer alguna imagen. Tener lo que en la antigüedad se llamaba una abundancia de lenguaje.

—Por cierto, ¿hay alguna contradicc­ión en ser poeta y crítico al mismo tiempo?

—En la literatura, y en la poesía, es muy difícil separar una cosa de la otra. Baudelaire dijo muy bien que todo poeta debe llevar un crítico dentro. En la antigüedad clásica, Calímaco era un gran filólogo y un gran crítico. Y no digamos ya en el XX, donde tenemos a Eliot o Pound: dos grandes críticos y dos grandes poetas. En España los poetas del 27 fueron muy buenos críticos. Lo que escribe Lorca sobre la imagen es un texto de altísima teoría crítica. Y después están Carlos Bousoño, o Jaime Gil de Biedma, o José Ángel Valente. —¿Por qué la poesía y no más bien la nada? ¿Por qué existe una cosa tan rara?

—Es una necesidad para el ser humano. Nuestra condición es casi animal. Y sin poesía, sin arte, sin filosofía y sin religión estaríamos a la intemperie. Iríamos casi a cuatro patas. La poesía es la percepción de un instante de la realidad visto en toda su profundida­d y todo su magnetismo. Y por eso desde la antigüedad hasta hoy ha seguido atrayendo a las generacion­es.

—¿Y por qué ha dedicado su vida a ella? —Porque la necesito. Porque no sabría vivir sin ella. Porque tuve buenos profesores que me enseñaron a entender los textos.

—¿Qué le ha dado la poesía después de tantos años?

—La poesía siempre es una búsqueda, y lo que se busca en la poesía es la verdad. La poesía es el camino más directo y más rápido a uno mismo. Quien lee poesía se civiliza, y quien se civiliza es tolerante, y quien es tolerante no puede ser, bajo ningún concepto, nacionalis­ta.

—¿Le queda algo de aquel adolescent­e que se enamoró del mundo clásico? —Conservo las ilusiones, pero sé que no soy aquel. Y aquel ya no soy yo. Deseo, sobre todo, no decepciona­rme. Que el hombre de hoy no decepcione al joven de ayer.

«Quien lee poesía se civiliza, y quien se civiliza es tolerante, y quien es tolerante no puede ser, bajo ningún concepto, nacionalis­ta»

«Hemos perdido una gran capacidad en nuestra representa­ción verbal de la realidad»

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ROBER SOLSONA

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