Ni contigo ni sin ti: la difícil relación de Sinatra con España
∑ Un incidente en Málaga obligó al artista a dejar el país, al que juró no volver
El clima, el libertinaje y, sobre todo, los incentivos fiscales que abarataban los costes de producción abonaron el terreno para que productores como Samuel Bronston construyesen en España imperios cinematográficos donde siempre se ponía el sol. En los cincuenta, se sucedieron los rodajes, y grandes estrellas se trasladaron al país, que se convirtió en el Hollywood del Mediterráneo. Desde Nicholas Ray a Orson Welles y, por supuesto, a Ava Gardner. A todo el mundo le gustaba esa España, menos a Frank Sinatra, siempre empeñado en hacer las cosas a su «manera».
El astro italoamericano estaba condenado a no entenderse con el país, al que llegó persiguiendo al «animal más bello del mundo» con seis cajas de CocaCola, mientras sus compatriotas bebían hasta dejar secos los bares. Debió olvidarse La Voz de que a Gardner lo que le gustaba era el champán, como reveló Mickey Rooney al divorciarse de la intérprete. El actor y cantante se fue directo a Tossa de Mar, donde además de rodar la película de Albert Lewin, Gardner ocupaba el tiempo con el torero Mario Cabré. Ya iba el músico predilecto de la Mafia con la mosca detrás de la oreja, de ahí también las esmeraldas que trajo a España para ganarse el amor de la actriz. Al final, terminó pidiéndole matrimonio, ahogando ambos en esa tormentosa pasión la certeza de una relación condenada al fracaso, ya que cuanto más crecía la carrera de Gardner, más se precipitaba la del astro.
Entre sus idas y venidas, Sinatra recuperó cierto empaque en la industria, ganando su único Oscar por «De aquí a la eternidad» (1953) y optando al mismo dos años después por «El hombre del brazo de oro» (1955). Mientras, Gardner se perdía entre las costuras del traje de luces de Luis Miguel Dominguín, con el que compartió algo más que juergas madrileñas. Volvió para probar los vicios de su esposa, desde los bailes con Lola Flores hasta las noches en Villa Rosa, pero su tormentoso matrimonio se apagaba, en una especie de analogía de su relación con España, siempre empañada por continuos desplantes, broncas y problemas en los rodajes y hasta con las autoridades.
Durante la parada de rigor en El Escorial, mientras grababa «Orgullo y pasión» junto a Cary Grant y Sofia Loren, Sinatra utilizó su mejor arma para volver a recuperar a su amada. «Una noche, Frank pidió un teléfono y una conferencia con Madrid, que sorprendentemente fue inmediata. Mantuvo descolgado el auricular y se puso al piano a cantar suavemente con su voz grave. Poco después se presentó en el salón Ava Gardner, envuelta en un abrigo
Amor y odio A La Voz, España se le daba tan mal como Ava Gardner, pero nunco dejó de insistir con ambas
de pieles, aunque por debajo iba completamente desnuda. Ambos se marcharon», cuenta Enrique Herreros en «Hay bombones y caramelos... bar en el entresuelo» (Editorial Edaf). Ella era el único motivo que le hacía volver a España, no los rodajes y mucho menos los políticos, con los que no comulgaba. Siempre se contuvo, hasta 1964.
Una noche en el calabozo
Durante el rodaje en Málaga de «El coronel Von Ryan», estalló el odio de La Voz hacia el país que enamoró a su musa. En el Hotel Pez Espada de Torremolinos, Sinatra dijo barbaridades sobre España y escupió sobre un retrato de Franco.
Fuera de sí, incluso comparó a la Policía con la Gestapo, según unos manuscritos del hotel con declaraciones de testigos. Tras el violento episodio, fue condenado por desacato, a pagar una multa de 25.000 pesetas y obligado a abandonar el país, para lo que tuvo que acelerar la grabación de sus escenas en la película de Mark Robson, que quería a William Holden aunque la Fox le impuso a la estrella italoamericana. Allí, juró no regresar a España, cuenta Francisco Reyero en «Frank Sinatra. Nunca volveré a ese maldito país», que se hace eco de la popular frase del artista. Pero lo hizo. Al fin y al cabo, España se le daba tan mal como Ava Gardner. Pero nunca dejó de insistir con ambas.