Lecciones de flamenco
Después de haber concedido miles de indultos, algunos de ellos cercanos al escándalo, el PP y el PSOE decidieron casi a la vez, aunque en tiempos distintos, reformar la vieja ley del siglo XIX que regula el indulto en España.
El sentido humanitario de perdonar y remediar una injusticia o un fallo del sistema debería extenderse de forma igualitaria a cualquier delito; sin embargo, los partidos pretenden reformar en el sentido de ir parcheando «electoreramente» los delitos que sí y los que no de un modo más bien discrecional. Es decir, remediar la discrecionalidad con más discrecionalidad. Porque la reforma debería ir en el sentido de depurar el indulto de su arbitrariedad mediante una mayor motivación o un preceptivo informe judicial favorable.
El PSOE quiso introducir vetos al indulto en «violencia machista» y el PP quiere evitar ahora que se indulte la rebelión o sedición. Podría pensarse que hay algo oportunista en este obligar al PSOE a retratarse al respecto, pero es innegable que existe un temor fundado. Proclives al indulto se manifestaron nada menos que Miquel Iceta y Teresa Cunillera (delegada del Gobierno), y los antecedentes de la figura no invitan más que a la maniobra orquestal en la oscuridad.
Así que el trámite de reforma está afectado por el juicio que ahora empieza. Tanto, que ayer compareció como experto el señor Alonso-Cuevillas, que además de cumbre del Derecho Procesal es el abogado de Puigdemont. Lo que dijo interesa dos veces y convendría quedarse con la predicción (Puigdemont haría bien en aprender flamenco, por lo de acostumbrarse a Bélgica) y sobre todo con la recomendación: la reforma ad hoc de la ley le facilitará el recurso a Estrasburgo. Estamos, por tanto, entre la chapuza del traje legal a medida y el riesgo real de indulto.
Para defender la facultad constitucional de indultar del presidente americano, Hamilton consideraba que el sentido de la responsabilidad siempre es más fuerte cuando no está compartido. En un momento de insurgencia, el ofrecimiento a tiempo del indulto podría apaciguar la rebelión, aunque era claro sobre la necesidad de evitar la impunidad. Para Francis Bacon, el indulto del delito era más peligroso que el delito indultado. Convendría ir haciendo acopio de argumentos. La administración de esta gracia puede ser una tentación demasiado fuerte en un futuro contexto de «reforma federal».