ABC (1ª Edición)

MONTECASSI­NO

- HERMAN TERTSCH

Ayer estaban ausentes hasta muchos de los más conspicuos cobardes gobernante­s de países de la OEA que, por temor reverencia­l al castrismo ocupante en Venezuela, aún apoyaban hace poco a Maduro, el sicario incombusti­ble. Solo le acompañaro­n ayer ya cómplices más directos, dictadores comunistas como él, de Bolivia, Evo Morales; el de Nicaragua, Daniel Ortega, y por supuesto de Cuba, el amo, ahora Miguel Díaz-Canel. México, que con Andrés Manuel López Obrador (AMLO) podría estar, según los más pesimistas, en un camino del delirio destructor similar al de Venezuela, no se quiso unir a los miembros de la OEA que condenaron la farsa, tacharon de ilegítimo al régimen y boicotearo­n la ceremonia. Pero hasta a AMLO le dio vergüenza enviar a nadie más que a su encargado de negocios de la embajada en Caracas.

Con este aislamient­o muchos se preguntan cómo aguanta un régimen que ha logrado la inaudita gesta destructiv­a de hundir en la hambruna al país más rico de Iberoaméri­ca, con la mayor reserva de petróleo del mundo. Por lo mismo que se mantiene desde hace 60 años el régimen de La Habana. Porque tiene suficiente­s cómplices en las democracia­s como para impedir todo intento de liberar a esos países de un régimen tan fracasado como asesino, tan canalla como brutal en su eficacia represiva.

En el capítulo de las complicida­des con la mafia de ladrones y asesinos que componen la cúpula del poder en Venezuela y Cuba, España juega un tristísimo papel. En España está la única franquicia europea parlamenta­ria de esa mafia comunista. Y un exjefe de Gobierno español avergüenza a toda España como principal agente defensor de un dictador que asesina a diario a su población. Así sobrevive Maduro, supremo capataz de un régimen criminal y de una inmensa red de narcotráfi­co y lavado de dinero con mando en La Habana. Allí estuvo hace poco Pedro Sánchez, en un viaje tan absurdo y poco explicado como la visita que él recibió en La Moncloa del especulado­r George Soros, otro financiado­r de favores políticos del izquierdis­mo. Los vínculos que forjan complicida­d ideológica e ingentes sumas de dinero de negocios legales e ilegales hacen la malla que impide se estrelle el capataz asesino del régimen que ayer se celebraba a sí mismo.

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