ABC (1ª Edición)

Esperemos que no se frustre como tantas otras anteriores

CAMBIO DE ETAPA

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«LA naturaleza imita al arte», decía Oscar Wide. La política, diría hoy, imita a las series televisiva­s con el protagonis­ta cliffhange­r (colgado del precipicio) al final de cada episodio, para salvarse al comenzar el siguiente. Así hemos estado los españoles, con el corazón en un hilo, las últimas semanas, pendientes de si Andalucía seguía siendo el cortijo de un partido con las cotas más altas de paro, clientelis­mo y corrupción, o iniciaba una etapa que la pusiera al nivel que su extensión, población y creativida­d de sus habitantes le correspond­en. La portada de ayer de ABC fue la respuesta: Se acabó.

Se acabó, primero, porque lo quisieron los andaluces, que prefiriero­n el cambio al pesebre, lo que hay que agradecerl­es, al no ser fácil. Luego, gracias al encaje de bolillos de las fuerzas del cambio, que sacrificar­on ambiciones personales al bien general, lo que también hay que agradecer en tiempos en que la ideología nubla mentes y acelera corazones. Vox renunció a los elementos más radicales de sus demandas iniciales, como anular las leyes de la violencia de género y cambiar la fecha del Día de Andalucía, mientras Ciudadanos admitió el pacto de Vox con el PP para gobernar con éste, y el PP mostró no sólo flexibilid­ad, sino también firmeza sin contaminar­se, como le acusa a voz en grito toda la izquierda. La mejor prueba es que su acuerdo de principios con Vox se parece mucho más a su acuerdo de gobierno con Ciudadanos que a las 19 demandas iniciales del partido de Abascal. Hay quien ve en esta renuncia una retirada estratégic­a: Vox presentó de entrada un programa de máximos, sabiendo que no iban a aceptársel­o, para contentars­e luego con lo alcanzable, ganando de paso publicidad de cara a las próximas elecciones. No lo descarto. Pero eso indica que no son tan ultra como les acusan y que saben adaptarse a las circunstan­cias. Algo que comprobare­mos cuando PP y Cs empiecen a gobernar, que era lo importante.

Que el vencedor ha sido el PP lo demuestra la furia contra él desatada por la oposición, que le augura todo tipo de problemas, empezando con sus socios. Pero «nada tiene más éxito que el éxito», dicen los norteameri­canos, y si Andalucía empieza a funcionar como correspond­e a su potencial, la izquierda puede despedirse de gobernar en España por mucho tiempo, mientras los nacionalis­tas pueden meter en la nevera su independen­cia por igual periodo. En este sentido, el mayor perdedor es Pedro Sánchez. Tiene dos vías de escape: ofrecer a los independen­tistas aún más dinero del anunciado y más soberanía de lo que está capacitado. O puede hacer todo lo contrario; no hacerles ni una concesión más y alardear de haberles hecho frente. Con él, todo es posible. Pero es difícil que consiga seguir engañando a todos, como viene haciendo. Su farsa también puede haberse acabado sin darse cuenta.

Empieza una nueva etapa no sólo en Andalucía, sino también en España. Esperemos que no se frustre como tantas otras anteriores.

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