ABC (1ª Edición)

«BULLYING» EN EL PSOE

- MANUEL MARÍN

Mientras Ferraz no deja de amenazar al PSOE andaluz, Susana Díaz espera el desgaste de PP, Cs y Vox para volver a San Telmo

Susana Díaz ha renunciado a someterse a una investidur­a abocada al ridículo. Habría sido la escenifica­ción de una derrota irreversib­le, un testamento político humillante y la excusa perfecta en la que Ferraz habría fundamenta­do la dinamitaci­ón del PSOE andaluz. Díaz sabe desde la noche del 2-D que no gobernaría. Por eso su doble alternativ­a era sencilla: abandonar la política –algo inasumible para ella y fuera de todo cálculo racional–, o liderar la oposición… a Pedro Sánchez, y no al nuevo Gobierno. La noche electoral demostró que el virus cíclico que ataca a las dos eternas almas del PSOE sigue latente.

No es casual que se haya filtrado un «manifiesto» de apoyo a Sánchez suscrito por cientos de militantes que atacan a Díaz, Lambán o García Page equiparánd­olos con «las derechas». Tampoco son anecdótica­s las amenazas de «intervenci­ón» del PSOE andaluz a manos de Ferraz si Díaz se resiste a facilitar su sucesión. Citar en el PSOE la palabra «gestora» es sinónimo de cisma cainita, y filtrar el nombre de una sucesora como la ministra María Jesús Montero ha sido menos inocente aún. «Bullying» puro y duro.

Por eso, lo llamativo ahora será conocer la fortaleza real de la lealtad a Díaz. En Andalucía, los liderazgos siempre fueron sobrevenid­os y aceptados. No se ponían orgánicame­nte en duda. El PSOE-A siempre fue una empresa piramidal y casi nadie osaba discutir la palabra mesiánica del jefe. Su militancia se sometía a una disciplina de partido adquirida por el peso de una tradición cuasi-caudillist­a que nadie cuestionab­a, o por ciencia infusa. Nunca en 38 años hubo otra tentación posible que la de acatar, y cualquier voz disidente siempre fue residual. Desde hoy se verá si esa fidelidad a Díaz era real o fingida. Si la sumisión a su liderazgo era sincera o solo una coartada para garantizar­se un sueldo público, un cargo aquí o allá que justificas­e la postración sistemátic­a.

Sánchez no tendrá clemencia con Díaz. No olvida. Por eso el PSOE rescata aquella vieja máxima de Alfonso Guerra: «Quien se mueva no sale en la foto». El magma militante de la federación socialista más potente tendrá que decidir ahora en qué foto sale: si en la de Sánchez o en la de Díaz, porque no será la misma. El fin de Díaz no es liderar la oposición en Andalucía. Eso es solo el medio… Ya se anularán entre sí el PP, Ciudadanos y Vox, haciéndose oposición mutua hasta medir qué grado de desgaste les causa la fórmula de gobierno. Díaz solo va a ser líder de la oposición a Sánchez. Solo quiere someterse a un proceso de crionizaci­ón de cuatro años por si al despertar de nuevo hay remedio para su mal… y Sánchez se hubiese marchado ya.

Lealtad La federación socialista más importante tendrá que decidir en qué foto sale: si en la de Díaz o en la de Sánchez

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