EL MURO COMO PROYECCIÓN MENTAL
Lo de menos es si el proyecto de blindar la frontera es realizable o no
ADonald Trump le mueve mucho más la excitación de ganar que el tedio de gestionar el poder. Ayer comenzó su campaña en el sur de Texas para ser reelegido en noviembre de 2020, repitiendo los eslóganes antiinmigración que tan buen resultado le dieron la primera vez. Pasó el día hablando del muro que aún no ha conseguido levantar en la frontera y de los peligros que evitaría al hacerlo. Da igual que la inmigración ilegal desde México haya disminuido en los últimos años y que en concreto en 2018 haya sido la más baja de la década. Sus hechos le dicen otra cosa. En Washington el Gobierno federal lleva cerrado veinte días debido al veto republicano en el Senado a cualquier ley presupuestaria que no incluya una financiación integral del muro. Más de ochocientos mil funcionarios están en su casa, no cobran el sueldo y no está claro que se pueda garantizar algunos servicios básicos mucho más tiempo. La Cámara de Representantes, con mayoría demócrata, no acepta el chantaje del presidente. Trump baraja una salida del bloqueo algo aparatosa, declarar una emergencia nacional en la frontera, usando sus poderes ejecutivos, y empezar a gastar en la construcción del muro. El gobierno federal podría volver a funcionar con normalidad.
Previsiblemente los demócratas acudirían a los tribunales para impugnar una emergencia no justificada y ganarían fácilmente. Trump también, porque podría culpar a los jueces y no renunciar a su objetivo. El muro con México es una proyección mental, un argumento con el que movilizar a su base electoral a través de un enemigo externo. Lo de menos es si el proyecto de blindar la frontera es realizable o no. Tampoco le importa los efectos económicos y sociales de alentar el racismo y el rechazo al inmigrante, un error descomunal en unos Estados Unidos construidos sobre la llegada de personas dispuestas a renovar el sueño americano. Los dos países norteamericanos están llamados a entenderse y ser aún más interdependientes. Pero la idea de no dividir el mundo en ganadores y perdedores no existe en el planeta Trump.