«Hay momentos ridículos que no quisimos incluir»
ras ganar el Oscar a mejor actor secundario por «Tres anuncios en las afueras», Sam Rockwell se mete en la piel y en el despacho del presidente George W. Bush, del que conforma una caricatura tan exagerada como realista. —¿Tuvo que tirar de carisma para interpretar a George W. Bush? —Por supuesto, tienes que obsesionarte un poco para interpretar este tipo de personaje y entender su esencia. El secreto está en entender a la persona y no quedarte en la caracterización. Cuando ves cualquier gran interpretación quieres ver en los actores lo que ellos imaginan que el personaje tiene. Es algo que uno descubre al ver a Danny Day Lewis o a Kurt Russell. —¿Le gustaría saber si le ha gustado su papel al expresidente? —Depende si le ha gustado... (Risas) Si su opinión es negativa, no tengo ninguna necesidad de conocerla. —¿Entiende su lucha final por mantener lo imposible?
—No importa quién seas, cuando
Tves que todo lo que has ido construyendo desaparece en un momento, tiene que ser una experiencia complicada, especialmente para un tipo a quien mueve la ambición política. No queríamos hacer una caricatura. Hay demasiados momentos ridículos de la realidad que no queríamos incluir.
—¿Se ha preguntado cómo estos políticos son los que manejan el poder?
—Durante cada segundo del rodaje me hacía esa pregunta. Es algo increíble, no sé lo que está ocurriendo. Pero no es solo en Estados Unidos, sino también en otros países. La democracia está en peligro, sin duda.
—¿Hay nostalgia del Gobierno de Bush con Trump en el poder? —No creo. Estamos ante dos tipos de gobiernos distintos. Con Bush se colapsó la democracia, ha sido una de las grandes tragedias de Estados Unidos. No elegí este filme por su carácter político, sino por el humor y el entretenimiento que provoca. Digamos que el formato cómico nos ayuda a digerir temas densos y complicados. La risa nos da poder.
«El formato cómico ayuda a digerir el tema. La risa da poder»
—Sí. Primos lejanísimos. Gracias a Dios... (Se ríe).