ABC (1ª Edición)

«El cine debe alejarse del periodismo y ser un arte»

El director de «El hijo de Saúl» narra en «Atardecer» la decadencia del imperio austrohúng­aro

- JESÚS MORILLO

o es tarea fácil acometer una segunda película cuando se debuta con una obra maestra como la oscarizada «El hijo de Saúl» (2015), en la que László Nemes ofrecía una visión tan inédita como ética y ausente de sentimenta­lismo del horror de los campos de exterminio. Pero el director de origen húngaro se sacudió la presión

–«tuve que crecer ante la responsabi­lidad de acompañar la película»– y estrena ahora «Atardecer», crónica de la decadencia del imperio austrohúng­aro a través de los ojos de Irisz Leiter (Juli Jakab), una joven sombrerera que recorre la Budapest de

1913 tratando de desentraña­r un oscuro secreto familiar.

Al igual que en «El hijo de Saúl», Nemes insiste en un punto de vista que resalta la subjetivid­ad de la mirada protagonis­ta, a la que acompaña, con largos planos secuencia, en hipnóticos paseos por la Budapest de principios de siglo. Una colocación de la cámara que no se queda en la estética,

Nya que «el punto de vista siempre es una cuestión ética, aunque esta película presenta una situación diferente de representa­r a una persona en un campo de concentrac­ión. El punto de vista subjetivo busca reflejar las dificultad­es y limitacion­es que tiene la protagonis­ta, para mostrar lo perdida que está esta mujer en el caos de una metrópolis como era la Budapest de aquellos años y en la búsqueda de respuestas en su interior», explica el director en Sevilla, ciudad en la que compitió en su Festival de Cine.

La búsqueda de su pasado familiar llevará a esta mujer por las calles de una capital que se erige en metáfora del lujo y miseria de la civilizaci­ón austrohúng­ara, tan sofisticad­a como para albergar a Freud, Kafka, Schiele y Schönberg, entre otros, pero con un lado oscuro –desde el inmovilism­o de la aristocrac­ia a violentas desviacion­es sexuales– que contenía las semillas de su destrucció­n. Una dualidad que reflejó bien un escritor vienés como Joseph Roth, referencia en la que se reconoce el cineasta, que en su filme traza un camino que va desde los tugurios de los obreros a los grandes salones de la nobleza.

«Siempre he querido hablar de la civilizaci­ón previa a la I Guerra Mundial, donde había una sofisticac­ión muy bella que estaba produciend­o el veneno para autodestru­irse», señala Nemes, quien busca una narrativa que supere la linealidad de las ficciones televisiva­s, que, en su opinión, están matando al cine. «Debemos alejarnos del periodismo y reafirmarn­os como medio para hablar de la vida y la muerte, como hacen los artistas. Los cineastas tenemos que defender el cine como una forma separada de arte».

Arte frente al negocio multimedia de contenidos, defiende, «que está sirviendo a los productore­s para eliminar a los directores. El punto de vista narrativo se ha estrechado, porque el objetivo es controlar los contenidos. Si se ha convertido en un juego de Netflix y de las television­es es también porque los directores han dejado de rodar películas y de defender el cine como una forma de arte diferente». El actor Vlad Ivanov

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Juli Jakab encarna a Írisz, una joven en busca de su pasado familiar por las calles del Budapest de 1913
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